Quien, al menos de momento, todavía es el líder del PP, hace tiempo que va por el mundo como aquel tipo de personaje que llamaremos "peripatético de discoteca". O sea, Pablo Casado es quien a las cinco de la madrugada se pasea por la pista y las barras del local de turno con una red de arrastre en busca de cualquier cosa. Le importa poco si es una lubina, un calamar o un mejillón de roca. Fresco o congelado. Y, si hace falta, acepta un bacalao salado y una vez en casa, ya veremos cómo lo gestionamos.
Las sesiones de control en el Congreso de los Diputados son un ejercicio que ya querrían poder hacer los esforzados usuarios del transporte público a la hora punta. Estos últimos intentando asardinar-se todavía más en un vagón de Rodalies o de metro. Pablo Casado esforzándose en meter más conceptos dispersos en menos tiempo. ¿Un ejemplo? Tomo, totalmente al azar, una pregunta del 26 de febrero del 2020. Empieza hablando de la "mesa de despiece de la soberanía nacional" y a partir de aquí dice que Pedro Sánchez llevará al ministro de Sanidad “para negociar con el virus independentista en vez de estar poniendo medidas para paliar los efectos del coronavirus. Además, acepta sentarse con un condenado inhabilitado y con un imputado por organizar un golpe al Estado. Eso sí, con el señor Iglesias de relator del CNI. Y todo ello con muchos lazos amarillos y sin líneas rojas, abriendo el foco a la autodeterminación, al indulto a delincuentes al pacto fiscal y quién sabe si a la caja única quebrada de la Seguridad Social, como ya ha subastado con el PNV dividiendo a nuestros mayores entre pensionistas de primera y de segunda. En definitiva, más madera para cocinar unos presupuestos en los que ya había quemado la subida del SMI, del sueldo, de los funcionarios de las pensiones para tapar los escándalos de Delgado y de Ábalos. (...) Después de todo esto, díganos como pretende garantizar la igualdad entre los españoles”. Y ahora, discúlpeme, pero le llevaré la contraría al señor Casado. No, después de todo eso no es posible garantizar nada. Ni tampoco garantizarlo. Porque después de esta pizza con piña, dátiles, bacón y salsa de calçot lo único que te puede suceder es que te reviente la cabeza. Y en esta circunstancia no estás en condiciones de garantizar mucho.
Pero este fin de semana lo ha vuelto a hacer. En un discurso pronunciado durante una convención de su partido en Castilla-la Mancha empezó con aquello de la energía solar, que peor expresado imposible, y después añadió: "Ayer en Valencia hubo otro aquelarre de radicales, feministas que tapan abusos a menores y recortan pensiones a las madres. Sánchez va al barranco con los socios que ya le han sorpassado: Compromís en Valencia, Comunes en Barcelona, Más Madrid en Madrid, BNG en Galicia y Bildu en el País Vasco". esta vez a la pizza le puso una mahonesa cortada que incluía la acusación a Ada Colau, Fátima Hamed, Yolanda Díaz, Mónica García y Mónica Oltra -que son las del aquelarre- de "tapar abusos a menores". Digo yo que ya que este hombre charla tanto, quizás estaría bien que nos diera más detalles y de esta manera nos vamos todos directamente al juzgado de guardia para presentar una demanda contra ellas cinco por un delito tan grave. Pero si no es así, deberían ser las aludidas quien lo llevaran a él por haberlas acusado falsamente. Sí, porque que les dijera brujas fue más sutil a través del concepto "aquelarre" y ante el juez esto no prosperaría.
Pero, ¿por qué cuando está delante de un micrófono, Casado las deja ir como los burros los perdos y hace unas mezclas que no las supera ni ponerle cacaolat a la salsa de los berberechos? Pues porque si no quiere ser devorado externamente por VOX e internamente por el ayusisme, él tiene que gritar todavía más. Está condenado, cinco minutos antes de que cierren, a pasar permanentemente con el camión escoba, la red y el rastrillo por la pista de la discoteca La Cueva, música de ayer, de hoy y de siempre, especialidad en San Francisco y sardinadas que preparamos en la barbacoa situada en el guardarropa y tratar| de llevarse cualquier cosa pa casa. Pobrecito.