Ha pasado en torno a las doce y cuarto del mediodía de la primera sesión de las 54 previstas para juzgar el llamado caso Palau. A las 12.02, la presidenta del Tribunal Montserrat Comas había decretado un descanso. La mayoría de abogados, de acusaciones, de acusados y de periodistas tomaban un café en el bar de al lado del auditorio de la Ciutat de la Justícia, donde tendremos juicio hasta junio.
Resulta que la cafetería conecta con los lavabos a través de un pasillo que, por el otro lado, da al hall por el cual se accede al auditorio donde hacen la vista. Y justo cuando un servidor estaba en la intersección, ha pasado Fèlix Millet con su ya clásica americana de ir al juzgado y su inseparable silla de ruedas, empujada con energía por un chico que tiene una de las entrevistas más interesantes del momento. Sí, porque lo que él podría explicar sería tan jugoso que se me hace la boca agua sólo de pensarlo.
Bien, el caso es que he dejado pasar unos instantes y he entrado detrás. La puerta de los lavabos da a una especie de distribuidor en forma de rectángulo con 4 puertas situadas a la izquierda. La primera es de acceso restringido, la segunda es el WC de mujeres, la tercera es el de minusválidos y la cuarta es el de hombres. Yo he entrado por la cuarta. ¿Y sabe quién estaba dentro? ¡Nadie! ¿Dónde estaban Millet, su americana, la silla y el empujador? Efectivamente, en el lavabo de minusválidos. Eso confirmaría lo que Millet ya dijo aquí mismo a Gemma Liñan: "Estoy muy enfermo". Y lo está tanto que no va al lavabo normal sino al reservado a los minusválidos. Ejemplar.
Pero ésta no ha sido la única vez que hoy Millet ha visitado el excusado. Antes de empezar la sesión, y mientras los abogados iban siendo llamados para ocupar el lugar que tenían reservado, ya ha ido una vez. Ha estado 6 minutos y 23 segundos. Y ha repetido a las 11.22, ya en plena sesión y justo cuándo el abogado de Ferrovial, Cristóbal Martell, estaba exponiendo sus argumentos. Ha vuelto a las 11.27. Eso significa una estancia inferior a la de la primera vez.
Ahora volveré a la salud de Millet, pero ya que ha salido el nombre de Cristóbal Martell, hagamos una pequeña parada en el personaje. Seguro que usted lo conoce. Lo ha visto décenas de veces. Es aquel señor de barba, vestido de negro y que arrastra una maleta que parece pesar 50 kilos (o más) y que sale al lado de acusados y juzgados tan diversos como Leo Messi, Jordi Pujol Ferrusola, Álvaro Lapuerta (extesorero del PP e implicado en el caso Gürtel), Miquel y Marco Antonio Tejeiro (Caso Nóos), Manuel Bustos (Caso Mercurio), Josep Lluís Nuñez, Samuel Eto'o, el Barça en el caso Neymar o en su día Javier de la Rosa. Y los acompaña porque es el abogado de todos ellos.
Pues bien, Martell ha sido el primero en probar el caos microfónico que ha perseguido toda la sesión. Primero parecía que era cosa de su micro. Y se lo han cambiado. Pero también fallaba. Y han vuelto a cambiarselo. Y tampoco. Y al final han acabado fallando todos los micros que han sido usados por parte de todos los intervinientes. En algunos casos se apagaban solos, en otros distorsionaban la voz y en algún momento se han acoplado. A las 11.28, la presidenta del tribunal ha pedido que apagáramos todos los móviles porque eran los causantes de la confusión. Pero la confusión ha continuado. Hasta que a la 1.05 ha pedido que también pusiéramos en modo avión cualquier dispositivo presente en la sala porque eran los causantes de las interferencias. Aun así los micros todavía han seguido fallando hasta 8 veces más. He llegado a pensar que era una maldición doble: la del fantasma de la Ciutat de la Justícia y la del Mobile World Congress.
La primera tiene que ver con que lo que hoy han empezado a juzgar es la desviación de dinero con que Ferrovial pagaba al Palau de la Música y que acababa en Convergència a cambio de la concesión de obras como la de... ¡¡¡Siiií!!! ¡¡¡La de la Ciutat de la Justícia!!! Y la segunda es que a 10 minutos a pie de donde hoy juzgaban unos hechos conocidos hace 8 años (¡¡¡8 AÑOS!!!) hacen el congreso de la movilidad, que es la modernidad total, el futuro, el internet de las cosas, la inmediatez, el streaming...
Volvámos pues a Millet, que antes de entrar al juicio, y cuando todos estábamos en la puerta del auditorio esperando para entrar, ha respondido con uno "muy bien" a la pregunta de ¿"cómo estás?" hecha por Jordi Pina, abogado de Jordi Montull y que en el juicio del 9-N era el abogado de Irene Rigau. A su lado estaba Xavier Melero, que hoy ejercía de abogado de Daniel Osàcar, extesorero de Convergència y que el 9-N lo era de Artur Mas. Y dentro nos esperaba el fiscal del caso de que nos ocupa y que también lo fue del 9-N, Emilio Sánchez Ulled. Vaya que, teniendo en cuenta que a las 9 menos cuarto ha entrado por la puerta de la Ciutat de la Justícia Ana Magaldi, fiscal jefe de BCN y conocida como "la señora de detrás del 9N", en el fondo aquello era un pequeño reencuentro de viejos amigos.
Pues eso, que este Millet del "muy bien" del inicio de la sesión y que a la salida le ha contestado con un "en silla de ruedas" a la pregunta de "¿cómo está?" hecha por Gemma Liñan, como le decía unas líneas arriba, está muy fastidiado. Pero mucho.
Lo he visto claro cuando después de la escena del lavabo de minusválidos lo he visto ocupando nuevamente su lugar. Estaba (él) de pie (sí, de pie) en la primera fila, charlando con Rosa Garicano, quien fue directora general del Palau y para quien piden 9 años de prisión, y que estaba en la segunda fila. En los siete minutos que ha durado la conversación, Millet no sólo ha estado de pie sino que sus manos estaban libres, sin apoyarse en ningún lado ni en ningún utensilio. Cuando han acabado, entonces sí, entonces andando con mucha dificultad, ha sido ayudado por el chico que le empuja la silla de ruedas y por Jordi Montull a reocupar su butaca y seguir la segunda parte de la sesión.
Con intervenciones de los diversos abogados con los llamadas "cuestiones previas", la cosa ha durado hasta las 14.52, cuando la presidenta nos ha despedido hasta mañana, día en que a todo el mundo dejará de interesarle este juicio. Quizás la cosa se animará la próxima semana, cuando está previsto que empiecen a declarar los acusados. Mientras, a Fèlix Millet seguirán paseándolo en silla de ruedas para demostrarnos que, efectivamente, está muy fastidiado. Sobre todo de fondo de armario. Y por eso, pobrecito, siempre tiene que ir con la misma americana, la que todo el mundo conoce como el "modelo Barragán" en honor al personaje que la llevaba exactamente igual.
La esperanza es que en los próximos 4 meses y 53 sesiones, algún día nos sorprenda vistiendo alguna otra pieza.