Cuatro veces en cuatro años. Depende de lo que hablemos es muy poco. Pero como hablamos de elecciones, es mucho. Demasiado. Sobre todo por el coste. El económico está en torno a los 720 millones de euros. Y después hay uno no cuantificable que es la imagen negativa que los ciudadanos nos vamos haciendo de la política. Y de los políticos.
"Votad, votad hasta que salga lo que nosotros queremos". Hombre no, esto no funciona así. La cosa va de que nosotros votamos y ustedes se tienen que espabilar. ¿Cómo? Miren, ustedes sabrán, que es su trabajo. Sí, ya lo sabemos que la realidad es muy dura y que, a veces, las cosas no son exactamente como nosotros querríamos. Pero si nosotros salimos adelante, eso que llamamos "los políticos" también lo tienen que poder hacer. Y política también es ceder. De hecho la política es (o debería ser) ceder e intentar no empeorar las cosas a base de sentido común. Y después hay otra cosa muy importante que es la realidad. Y sobre todo, la negativa a no afrontarla.
Una de las causas de esta última convocatoria electoral, efectivamente, es la falta de química personal. Pero mire, a la política no se va a hacer amigos. Y en el mundo ahora mismo hay (y ha habido, y habrá) miles de gobiernos y coaliciones formadas por personas que no sólo no se soportan sino que, directamente, se asesinarían con mucha violencia. Pero no lo hacen porque 1/ es delito y 2/ sería el fin del gobierno y el adiós a tener poder. Y eso nunca.
Y después está la gran causa. La realidad. Resulta que alguien que aspira a presidir un estado importante de la Unión Europea tiene que renunciar a hacerlo porque un Estado en la sombra le impide pactar con según qué partido, ni recibir el apoyo de no-se-qué otros partidos. Y este alguien se ve obligado a disolver el parlamento de su país a ver si pidiendo cartas nuevas tiene suerte y liga una jugada que le permita formar gobierno sin los proscritos.
Va, supongamos que sí, que Sánchez consigue un nuevo escenario alternativo en el cual ya no depende de los "populistas" y de los "golpistas" y hace un gobierno apañadito para ir haciendo. Felicitades y a ver cuanto le dura el juguete, pero el dinosaurio continuará allí. Digale dinosaurio, digale conflicto catalán. Por mucho que Sánchez se tape las orejas para no oír y los ojos para no ver, los problemas no se van. Y si no que le pregunten a Rajoy, que se creía que sí y se acabó yendo él por la puerta de servicio.
Aunque la propaganda unionista se esfuerce en sacar portadas con fotografías hechas dos horas antes de empezar la manifestación de la Diada en una plaza de España de BCN medio vacía, el Estado tiene una pequeña complicación. Concretamente de 2 millones y medio de personas que quieren votar "sí" y de unos cuantos centenares de miles más que quieren votar "no".
Y si al día siguiente de demostrar que eres un empleado vas al Congreso y, respondiendo una pregunta de Gabriel Rufián sobre qué piensas hacer con Catalunya, dices que tu proyecto para Catalunya es el mismo que el de Extremadura, quiere decir que tu cuerpo está en la Tierra, pero tu cerebro está en Raticulín.
Los catalanes no somos mejores, ni más importantes, ni diferentes de los extremeños. Y le diré más, mire si somos lo mismo que hay unos cuantos miles de catalanes que son de origen extremeño. La diferencia es que en Catalunya existe un conflicto político que en Extremadura ni se lo plantean. Y obviarlo no lo resuelve. Ni tampoco lo resuelve ponerlo en manos de la justicia política, la que se ha otorgado la misión de salvar España. Y no lo digo yo, lo dicen ellos.
España puede hacer ver que en Catalunya no pasa nada, pero la Extremadura del levante seguirá siendo un problema. Y si continúan empeñados en no resolverlo, un día abrirán la ventana y el dinosaurio se habrá ido. Paseando.