Duraron tres minutos y cinco bises. Los aplausos y los gritos de apoyo a Plácido Domingo. Fue en el Auditorio Nacional de Madrid y después de un concierto que significaba su retorno a la capital tras un año y medio en que veinte mujeres lo han denunciado por acoso sexual en los EE.UU. Desconozco si el tenor es culpable o no y, sí, toda la presunción de inocencia que haga falta y, sí, son temas muy delicados y tal y cual. Ahora bien, cuando veinte mujeres (¡VEINTE!) dicen lo mismo... que quiere que le diga... Bueno, y las explicaciones que dio cuando estalló el caso eran de asumir implícitamente la culpabilidad. ¿Por qué? Porque no negó los hechos y usó aquel argumento tan tronado de "es que antes las cosas eran diferentes".
Sí, y tanto que antes las cosas eran diferentes, pero no porque los acosos, el sexual y todos los otros, no fueran igual de repugnantes. Lo que ha cambiado es que, como que normalmente los culpables eran (y son) gente con mucho poder, entonces la impunidad era total y ahora, en cambio, se ha empezado a perder el miedo a denunciar. Lo que sigue siendo igual es que una gran parte de la sociedad sigue dando apoyo a los acosadores. Y a algunos se les aplaude. Como ayer al presunto Plácido. Presunto culpable, quiero decir. Él muy emocionado y servidor imaginándose la cara que les quedó a las víctimas viendo el espectáculo de su reconocimiento público.
Para que haya acoso tiene que haber acosador y víctima, pero también complicidad del resto de la sociedad. Si la condena, el rechazo, la reacción y el aislamiento fuera total y radical, quizás las cosas serían diferentes. Tan diferentes que se podrían evitar muchos y en los que sucedieran, las víctimas se sabrían reconfortadas, comprendidas y reconocidas. Y va por el presunto Plácido y va por una niña de 15 años que se suicidó hace unos días en BCN, un caso que destapó públicamente David Vidal a través de twitter. Con David he coincidido en varias tertulias, he seguido sus actividades y es una persona solvente. Si dice lo que dice es porque tiene motivos para hacerlo. Y si no lo fuera, también se le debería oír.
Los compañeros de El Caso explicaban los hechos. Se trata de una alumna de 15 años de la escuela Jesús Maria i Josep del Padre Manyanet del barrio de Sant Andreu de Barcelona que se suicidó el pasado 19 de mayo. Un correo electrónico recibido por la niña en el buzón de la escuela ha hecho que los Mossos hayan reabierto el caso y que investiguen un posible acoso como origen de los hechos. Veremos qué sucede. Pero una vez más chocamos con la escuela. La misma donde saltó el caso del informático que encontró pornografía infantil en el ordenador de un profesor del centro y que la respuesta que recibió cuando lo denunció fue una amenaza de denuncia por revelación de secretos. No al pederasta, no. De la escuela a él. ¡¡¡A quien denunció el caso!!! ¡ME-MO-RA-BLE!
A falta de saber qué sucedió, en relación a los hechos -y de momento- la escuela ni es culpable ni es inocente. Y si lo fuera, lo sería por no haber estado atenta a un comportamiento poco normal de la niña. Pero en relación a la gestión de la situación, y antes de saber nada, vuelve a ser totalmente culpable. Lo que denuncia a la familia será verdad o no, pero la escuela tiene que estar a su lado. Incondicionalmente. Sin fisuras. En un momento así, y mientras se aclara todo, no se pueden esconder. Transparencia y explicaciones. Y ganas de saber qué ha sucedido para que no vuelva a suceder. Y apoyo. Total. Porque si no, la dirección de la escuela es el público que aplaudió al presunto Plácido. Y con un agravio terrible: que son una escuela y su trabajo es educar, no cerrar los ojos y esconderse.