Este fin de semana ha habido colas en la frontera de Andorra. Para entrar. ¿Por qué? Pues porque se podía ir desde cualquier punto de Catalunya. Y como se podía ir, la gente ha ido. Y no precisamente pocos. Ni pocas. No, han sido unos cuantos. Y unas cuantas. ¿Lógico, no? Y ahora usted me preguntará: "¿Me está diciendo que yo, desde Cubelles (dígale Calella de Palafrugell, Arnes o Corró de Dalt) podía -y puedo- ir a Andorra, a pesar del cierre comarcal?". Y ahora yo le responderé: "Efectivamente". Y ahora le amplío.

En virtud del concepto llamado "en tránsito" ahora mismo cualquier persona puede ir a Andorra desde cualquier punto del principado. Para comprar azúcar, queso de bola o una colonia. O a cenar, sin que deba comprar nada. Ah, y no sufra porque en la frontera nadie le pedirá ninguna PCR porque no es obligatoria. Si pasa a Francia, sí. Otra cosa es que se la pidan. En cambio, en virtud del confinamiento que rige actualmente, usted no puede ir al pueblo de al lado del suyo, si resulta que pertenece a una comarca diferente. Seguramente estas decisiones tienen una explicación, pero como nadie nos la ha dado, estaremos de acuerdo que es muy complicado entenderla, ¿verdad? Como también es muy difícil entender cómo funciona el tema cultural y deportivo.

Una persona de Esplugues del Llobregat no puede ir al teatro a l'Hospitalet, ciudad con la que comparte calles donde los números pares son Baix Llobregat y los impares Barcelonés. Pero los de l'Hospitalet si que pueden ir a BCN, con quien también comparten calles que un lado es de un término municipal y el de enfrente es del otro. En cambio unos padres de Llançà pueden acompañar a su hijo a jugar un partido de petanca a Alcanar (355 km y cuatro horas de coche). El problema es que, mientras esperan que la criatura acabe la actividad, quizás tienen hambre. Y entrarán en un bar a zamparse un bocadillo. Y entonces quedará totalmente desvirtuada la norma del confinamiento comarcal. Y quizás eso también tiene una explicación, pero como que nadie nos la ha dado...

Y ya que estamos, una cuestión que me inquieta desde el primer día y que a causa de ser limitadito tampoco entiendo. Es el ya mítico certificado de auto-responsabilidad. Un año después todavía no le encuentro el sentido. Entiendo que la idea es que yo llevo un papel que me he bajado de un sitio oficial y lo lleno diciendo que bla, bla y bla. Perfecto. Ahora bien, si me paran los Mossos, ¿qué diferencia hay entre que yo me haga responsable a través de un papel o que yo me haga igualmente responsable de palabra? Imaginemos la conversación:

- Mosso (o Mossa): ¿Hola, dónde va y por qué?

- Yo: Voy con mi burbuja aquí presente a visitar a un familiar enfermo que necesita unos medicamentos.

- Mosso (o Mossa): ¿Tiene el certificado de auto-responsabilidad?

- Yo: No, mire. Lo que dirá el papel, ya se lo explico yo. De hecho ya se lo he explicado dos parrafos más arriba. Voy con mi burbuja aquí presente a visitar a un familiar enfermo que necesita unos medicamentos.

- Mosso (o Mossa): Muy bien, pero ahora esto mismo me lo tiene que certificar con un papel que usted mismo se ha autofirmado y que tiene que decir por escrito lo que me acaba de decir expresado en palabras.

No dudo de que eso tiene una lógica. El problema es que hemos tenido unos 13 meses para explicarla. Y no lo hemos hecho. Pero bueno, ahora que ya salimos del agujero, tampoco hará falta y en dos semanas ya ni nos acordaremos, ¿verdad?