Esta será la semana del 3% en el juicio por el Caso Palau donde sabremos qué pruebas tiene Montull y si Millet explicará todo lo que sabe o no. Y será la semana de los sueldos de los altos responsables de Transports Metropolitans de BCN y de su sistemático boicot a que los ciudadanos conozcamos sus nóminas hasta el último céntimo de euro y de saber qué virtudes los adornaron para ocupar los cargos que ocuparon. Y será la semana del caso Pedro Antonio Sánchez, el presidente de Murcia que dijo que dimitiría si era investigado y ahora que está investigado por el "Caso Auditorio", no sólo no ha dimitido sino que, además, chulea y vacila a Ciudadanos, gracias a los cuales gobierna.
Y no hace mucho fue la semana de la no entrada en prisión de Rato y Blesa por el caso de las tarjetas Black. Y antes había sido la semana del caso Noos y otras no entradas en prisión. Y antes la del caso Gürtel. Y antes la de los EROS de Andalucía. Y así hasta el Big Bang, donde seguro que, buscando, buscando, alguna cosa encontraríamos.
Y desde que hemos empezado el año también hemos tenido la semana en que el Gobierno ha echado a unos cuantos fiscales que no acababan de convencerle, incluido, mire usted por donde, el fiscal de Murcia. Y hemos tenido una en que supimos cómo se entretenían el ministro Jorge Fernández Díaz y algunos de sus comisarios inventando informes para intentar destruir a personas y pagándolos con nuestro dinero. Y ha habido una semanita con el papel del Banco de España en el caso Bankia, que ha acabado con varios imputados.
Y pronto tendremos la semana de la renovación del TC en que PP y PSOE se repartirán los cargos con alegría, incluido el de presidente, un señor totalmente independiente que sólo ha sido diputado del PP durante 17 años y que se llama Andrés Ollero.
Cuando no es una cosa es otra, pero cada semana tenemos un caso transversal que, o afecta a cualquiera de los grandes partidos políticos que han tenido y tienen poder, o afecta a los nuevos partidos (por ejemplo, la financiación de Podemos). O tenemos un hecho que reconfirma la politización de la justicia (por decirlo de una manera entrañable). O un caso que demuestra cómo hay instituciones del Estado que en vez de protegernos se dedican a demostrarnos que lo más sensato es protegerse de ellas.
En cualquier rincón del "Sistema" (lo llamaremos Sistema como podríamos denominarlo "La Cosa") donde rascas un poquito, siempre acaba saliendo pus a chorro. Cualquiera. No se salva ninguno. Y lo más interesante es que el propio Sistema se encarga de apartar las ovejas negras (cuando ya no tiene más remedio y ponen en peligro la propia supervivencia) y en su lugar sitúa otras que parecen blancas pero que son como el carbón. Vaya, que también son Sistema. Siempre. Una vez tras otra. Y otra. Y otra. Funcionando siempre con el método de la confesión: "no lo haré nunca más... hasta mañana, cuando lo volveré a hacer, pero como mañana me volveré a confesar, volveré a estar limpio y aseado hasta pasado mañana, cuando la volveré a liar y me volveré a confesar...".
El Sistema siempre dice (y hace ver) que se autoregenera para seguir siendo La Cosa. Y todos los que dicen que lo cambiarán, acaban siendo Sistema. Y quien más grita en contra, más Sistema acaba siendo. ¿Sabe aquello de que a un tonto le pones una gorra y se cree capitán general? Pues quizás es que resulta que aquí los únicos tontos (o tontas) somos usted y yo...