Una de las cosas más entrañables que estamos viendo estos días sobre el funcionamiento de la justicia es que esto sí que es el gordo, y no el de Navidad. Ir o no a la cárcel depende del criterio, el humor y las ganas de quien lo decide.
Porque todo el mundo sabe que ir a la prisión es como ir a hacer una sauna. Para el que va y para su familia y amigos. Perder la libertad, la intimidad y la dignidad es una cosa tan normal en la vida de la gente que el criterio para enviarte o no puede ser perfectamente arbitrario. Sobre todo cuando quien va no es un peligroso asesino sino que va por defender ideas de forma pacífica. Ningún problema y adelante. Ahora usted va porque yo lo digo. Y le hago un favor porque, mire, se está tan bien ahí...
Ahora mismo en España cualquier persona que piense diferente a lo que piensa y defiende cierta parte del Estado puede acabar en chirona por obra y gracia de unas acusaciones sustentadas en opiniones subjetivas, pero no necesariamente en la ley.
Ahora mismo en España, cualquier juez (o jueza) puede, no ya acusarte de no-se-sabe-qué, sino enviarte directamente a la prisión aplicando la ley de manera tal que la balanza y la venda en los ojos que la representan acaben convertidas en un colador, una trompeta de feria y una cabra bailando encima de una escalera plegable.
Ahora mismo en España hay 10 personas en la prisión (ayer 11) en aplicación de unos criterios jurídicos que, por la mayoría de expertos que no son parte interesada, no se sostienen. Mire, yo de leyes ni idea, pero cuando leo que un juez justifica encarcelar a alguien argumentando que quien ejerció la violencia el 1 de octubre fue quien recibió las hostias, se me ponen los pelos de las rodillas de punta. ¡Cuidado! ¡Y, de todos ellos, este es el juez comprensivo!
Es muy interesante ver como quien se llena la boca de legalidad, fuerza tanto las leyes que un día se le romperán en las manos y se acabará cortando con los cristales. Es muy bonito comprobar como quien se evuelve en la Constitución, interpretándola a gusto, después aplica el artículo 155 a sus enemigos ideológicos vulnerando la Constitución. Y no lo digo yo, lo dicen muchos expertos constitucionalistas. En definitiva, es emocionante que quien dice querer salvar la Constitución la aplique inconstitucionalmente.
Y, relacionado con eso, el tema de las declaraciones ante la justicia. Escuche, sólo faltaría que cualquier persona con riesgo de ir a la prisión no declare lo que más le convenga y le beneficie para entregarse. Sobre todo teniendo en cuenta las garantías existentes cuando actúa cierta justicia española, como ya ha quedado explicado.
Aquí cualquier miserable puede despreciar y calificar de cobarde y mentiroso a alguien que está indefenso ante la arbitrariedad de un juez (o de una jueza) a quien nadie controla. Alguien que pretende una cosa tan normal y lógica como evitar ir a la prisión. Y entiendo esta reacción tan oportunista como barata en personas que consumen habitualmente según qué productos o en aquellas a las que el cinismo les supura por los poros en forma de cascada natural. No lo pueden evitar. En cambio, me cuesta más con los que insultan desde el sectarismo ideológico y la rabia histórica. Sobre todo porque ellos (y ellas) tienen la oportunidad de oír los argumentos de alguien como Joan Josep Nuet, un no indepe poco sospechoso de según qué connivencias y que cada día ofrece gratuitamente lecciones de realidad política y de dignidad personal. Pero, claro, quizás precisamente los problemas son estos, la realidad y la dignidad. En general.