Sí, cuando el exvicepresidente del Parlament, Josep Costa, se negó a ir a declarar el pasado 15 de septiembre ante la magistrada Maria Eugènia Alegret por el caso de la Mesa 2, seguramente estaba jugando una carta de estrategia legal y judicial. Y es probable que su detención de hoy favorezca todavía más su táctica. Y no descartemos que la recusación de la jueza forme parte del mismo planteamiento. Muy bien, y si fuera así, ¿qué? Quiero decir, hemos llegado a la situación actual porque el señor Costa estaba actuando en funciones de político. Por lo tanto es lógico que actúe como tal y lo enfoque para acá. El problema es que la realidad nos ha maleducado y, como ya ha sucedido otras veces, apreciamos actividades políticas en quien puede tener muchos tipos de intervenciones, menos precisamente esta, la política. Porque ni pude ni debe. Ahora hablaré de ello, porque antes de la judicialización de la política, pasaremos por la politización de la justicia.
Si usted es un poquito boomer (o boomeresa o boomeri) recordará el fenómeno Manos Limpias. Eran una gente que se hacían llamar "sindicato" y que se presentaban como acusación particular en todo tipo de juicios, incluida una querella contra el programa infantil Los Lunnis. Hasta que cruzaron una línea y se les acabó la fiesta. Y esta línea se llamó monarquía española. A partir de aquel momento su responsable, Miguel Bernad, cayó en desgracia. Anteriormente había caído del liderazgo del partido de ultraderecha Frente Nacional, para disimular un poquito de dónde salían las misas intelectuales del invento. Acabó detenido acusado de extorsión, estafa, administración desleal y pertenencia a organización criminal.
El mismo trabajo, calcado, ahora lo hace un partido con representación parlamentaria y muchos adeptos entre el mundo judicial, cosa que para ser confirmada sólo hay que consultar en Twitter las TL de algunas personas que no esconden a que se dedican. Pues bien, esta formación fue quien el pasado 20 de septiembre presentó ante el TSJC una petición de detención de Costa que se quedó allí. Quietecita. Paradita. Durmiendo el sueño de los justos. Hasta hoy, treinta y seis días después. Ni veintiocho ni cuarenta y tres, treinta y seis. Exactamente. Y, ¿qué sucedía hoy treinta y seis días después del nacimiento de aquella demanda? Que era 27 de octubre. Y, ¿sabe qué pasó tal día como hoy de hace cuatro años en el Parlament de Catalunya? Pues que firmaron la declaración de independencia como texto político que pretendía un gesto también político del Estado.
Naturalmente, pura casualidad. Porque aquí todo siempre es casualidad. Como bautizar una operación donde fueron detenidos varios empresarios indepes acusados de cosas muy marcianas con el nombre de una batalla de la Segunda Guerra Mundial donde la División Azul combatió al lado de los nazis. Todo siempre es coincidencia y no hay ninguna malicia, ¡dónde va usted a parar! Y la política la hacen los otros. Y quien en todo esto vea intenciones ocultas, es un paranoico. Y, sí, quizás sí que todos juntos hemos acabado paranoicos, pero que lo seamos no quiere decir que no nos persigan.