Días difíciles para hacer de periodista y no de ciudadano. Días difíciles para hablar con el cerebro y no con las entrañas. Días difíciles para tener el ánimo suficiente como para intentar transmitir alguna cosa interesante. Días difíciles para poner orden al caos de ideas, de sensaciones, de impactos. Días donde todo es tan bestia y tan gordo que la equidistancia es imposible si no es desde el cinismo.
Hoy a primera hora tenía pensado escribir sobre el alud de críticas de juristas de prestigio y de catedráticos de todas las tendencias a la decisión de la jueza Lamela de encarcelar el Govern de la Generalitat de Catalunya. Todo el mundo coincide en que su decisión no se sostiene por ningun lado. Pero, oiga, si el auto considera violencia... ¡las caceroladas! Y eso quería ligarlo con la indefensión que sentimos cuando vemos estas barbaridades y con una pregunta que me inquieta: ¿quién me protege de la justicia injusta? O dicho de otro modo: ¿quién juzga a los jueces? ¿Qué tipo de Estado de derecho es este que se basa en el miedo y en la arbitrariedad? Pero lo he dejado estar porque no me apetecía nada.
Después me ha venido a la cabeza la idea de hacer una pieza sobre la impunidad de la ultraderecha. La policial y la mediática. Hace días que pienso en ello. ¿Se imagina un grupo de indepes asediando a un ministro español que va por el mundo sin escolta? ¿Se imagina qué pasaría si un grupo de indepes intentara asaltar la radio pública española como aquí intentaron asaltar Catalunya Ràdio? Les están dejando hacer porque quieren provocar violencia para justificar su violencia. Porque no conocen ningún otro lenguaje. Y porque nos quieren generar miedo. Y los medios de papel de Madrit (concepto) callados como muertos. Qué triste papelón. Qué indignidad para la profesión. Pero tampoco tenía ánimo para hablar de esto.
Y, ¿por qué no plantear algunas preguntas que me hago hace días? Por ejemplo, sobre este franquismo sociológico que no está defendiendo la unidad de España sino la supervivencia de su España. La España que tiene que ser como ellos dicen porque por eso ganaron una guerra. Pronto hará 80 años. O sobre la famosa pelea en el bar Zurich del 12 de octubre entre dos grupos de ultras. ¿Qué narices hacían en BCN seguidores de extrema derecha del Valencia y del Atlético de Madrid? ¿Quién les trajo? ¿Quién les paga las misas? Pero también lo he descartado porque el cuerpo me pedía alguna otra cosa.
Y entonces sales a la calle. Y gente a quien no conoces de nada te pregunta qué pasará. Y tú no lo sabes, como no lo sabe nadie. Pero ves aquella cara de preocupación y de desazón, que de hecho es la tuya, y acabas dándole ánimos a un desconocido. Unos ánimos, sin embargo, que no te crees. Porque no puedes dar lo que no tienes. Pero después piensas que no, que aquella persona no era una desconocida, sino que eras tú mismo. Desconcertada, enrabiada, triste, impotente, preocupada. Exactamente como tú. Y entonces se te enciende la lucecita: es que no soy yo. Nos une un mismo sentimiento y un estado de ánimo, pero esta persona es otra. Somos dos. Y esta persona conoce a otra persona que siente lo mismo. Y ya somos tres. Y cuatro. Y cinco. Y vamos sumando. Y somos cinco mil. Y quinientos mil. Y los 3 millones que fueron a votar el 1 de octubre. Y los millares que no fueron, pero que hoy están indignados con la detención de un Govern que no piensa como ellos, pero que se lo siente suyo por la manera como ha sido tratado. Por como se lo ha intentado humillar. Porque la desmesura paga peaje entre la gente decente.
Lo dijo Albano Dante Fachin, un no indepe que se está convirtiendo en el líder moral de muchos y muchos indepes: el 1 de octubre miles de catalanes se jugaron la cara para poder votar. Y a nadie le preguntaron cuál era su ideología. Estaban allí por demócratas. Porque eran ciudadanos. Y 176.565 catalanes votaron que no. Y 45.586 votaron en blanco. Y 20.129 emitieron un voto nulo.
No sé cómo tenemos que canalizar todo eso, pero sé que esta es nuestra fuerza. Y usted y yo sabemos que los políticos siempre sacan la máquina de contar votos y que actúan en función de eso. Pero ahora es el momento de la gente. Y de la generosidad. El momento es crítico y solo nos tenemos a nosotros mismos. Y solo tendremos fuerza si nos tenemos los unos a los otros. Después ya discutiremos y nos pelearemos, si puede ser a la catalana.
Sé que la metáfora está más que gastada, pero ha llegado el día del concurso de castells y, no ya para ganar sino para seguir teniendo la colla y poder seguir haciendo castells, tenemos que plantar un 5 de 10 con folre i manilles. Una brutalidad nunca vista. El reto imposible. Para descargarlo tenemos que ser muchos. Y más. Necesitamos a todo el mundo. De todas las edades, tamaños y pesos. Todo el mundo es necesario. No sobra nadie. Y en la pinya tiene que haber camisas de otras colles. Es un castell que no se ha intentado nunca. Ni siquiera se ha ensayado. Pero si lo logramos, ganamos el derecho a no ser barridos. Si no, lo que vendrá será todavía peor que esto de ahora. No hay alternativa. Fuerza, seny, pecho y cojones. Que suenen las gralles y arriba. Por dignidad.