En la vida es muy importante ser consecuente. Con las vacunas también. Aunque muchos (y muchas) no lo quieran entender, aquí hay dos debates: 1/ Los supuestos derechos que una persona se otorgue nunca pueden estar por delante de los de la comunidad donde vive y 2/ Si un individuo decide poner por delante sus supuestos derechos a no-se-qué, debe aceptar las consecuencias que se deriven. El tenista Novak Djokovic ha decidido aplicarse el punto 1, pero al contrario de lo que hacen la mayoría, también ha cumplido el segundo. Impecable.
¿Creo que Djokovic es un mentiroso y un irresponsable? Totalmente. Bien, que es un mentiroso no lo pienso, lo es. Está comprobado. Pero también le valoro que es consecuente con sus ideas. Él ha aceptado que no vacunarse tendrá consecuencias en su carrera deportiva y sabe que su decisión lo impedirá disputar varios torneos, pero está dispuesto a aceptarlo. Desde este punto de vista, es inmaculado. Lo ha dicho hoy en una entrevista en la BBC: "Este es el precio que estoy dispuesto a pagar. Mis decisiones son más importantes que cualquier título". Y el precio es perder mucho dinero y dejar de ser el número 1 del mundo. Ovación.
Pero ha dicho más cosas. Con las cuales no estoy nada de acuerdo. Y destaco tres. Una: "Nunca he sido un detractor de las vacunas". Bueno, si no se la quiere poner, muy partidario no es. Vaya. Creo. Dos: "Siempre he revisado todos los suplementos y todo lo que he ingerido durante mi carrera". ¿Está seguro de que todo lo que ha tomado durante su carrera era "natural" y no ha tenido ni tendrá ningún efecto negativo? Y tres: "Todavía queda mucho por investigar y es por eso que todavía no me he vacunado". Y aquí me paro. Sí, claro que queda por investigar. Y cuando lo hayan investigado todo, todavía faltarán cosas por investigar porque esto no tiene final. Ahora bien, él es tenista, no epidemiólogo.
Estamos demasiado acostumbrados a que las opiniones sobre vacunas de cualquier "famoso" tienen el mismo valor mediático que las de alguien que realmente sabe. Y, mire, no. Lo que diga Djokovic o Miguel Bosé sobre vacunas tiene el mismo valor que si lo dijera una ameba. O Bubu, el inseparable amigo del oso Yogui. Sí, ya sé que ahora usted me dirá: "Oiga hay científicos defendiendo que las vacunas son un invento del 5G de Bill Gates y el bla, bla, bla". Bien, la mayoría no son científicos sino farsantes haciéndose pasando por científicos vendiendo teorías apocalípticas que no se sostienen por ninguna parte y que no aguantan ninguna verificación mínimamente seria. El problema es que servidor, que considera que todo el mundo está en su derecho de decir lo que considere oportuno y que la gente puede creerse lo que le apetezca, incluso cuando lee su horóscopo, aquí no puede defender que charlatanes a los que les falta un hervor pongan en riesgo la vida de las personas.
¿El miedo es comprensible? Sí. ¿Mucha gente no se vacuna por miedo? Seguramente. Pero entonces no hablamos de ciencia. De la misma manera que si hablamos de cocina británica, no lo hacemos de gastronomía sino de un alimento cualquiera ingerido para no morir de hambre. Si Djokovic y muchos otros que piensan como él no se hubieran vacunado de unas cuantas cosas cuando eran pequeños, probablemente ahora no se podrían negar a recibir la vacuna de la COVID. Porque habrían muerto hace años. De las enfermedades de las que las vacunas les han protegido todo este tiempo. Lo que pasa es que ahora es demasiado tarde para poder devolver aquellas vacunas. Y un poco imposible.