Una de las peores cosas que le puede pasar a un líder mundial es empezar a llamar a gente para que vengan a cantar a tu toma de posesión y que aquel día, casualmente, todo el mundo tenga podólogo. Es lo que le pasó ayer a Donald Trump. No consiguió que fueran ni unos que imitan a Bruce Springsteen, que en un primer momento le habían dicho que sí. Pero, ya se sabe, estos del mundo de la farándula son todos progres y se desean mucha mierda porque desear suerte provoca muy mala suerte.
Al final, la lista de artistas estuvo formada por Jackie Evancho, una soprano de 16 años que fue quien cantó el himno, la compañía de baile The Rockettes y el coro The Mormon Tabernacle, que ya habían actuado a las tomas de posesión de Lyndon Johnson, Richard Nixon, Ronald Reagan, George H. W. Bush y George W. Bush. El coro lo forman normalmente 360 personas. Ayer fueron 359 porque uno se dio de baja en desacuerdo con la línea Trump. Vaya, que al final, el cartel fue de un nivel parecido al de las actuaciones de la Fiesta Mayor de invierno de un pueblo de dos mil habitantes.
Hillary Clinton tragándo saliva
Fue la gran protagonista de la previa de la ceremonia de toma de posesión de Donald Trump. La imagen lo explica todo. Y lo peor es que ella sabía que tenía una cámara al lado y ni así pudo (o quiso) disimular...
#RT CNN: Former President Bill Clinton, Sec. Hillary Clinton arrive at Trump's swearing-in ceremony … https://t.co/HrXFfvVmoG
— ACM Tweet Bot (@acmtweetbot) 20 de enero de 2017
Por cierto, Bill Clinton, siempre a su lado, últimamente parece que no esté todo entero. No mueve un músculo, no hace ningún gesto facial. No sonríe, ni tampoco está serio. No hace cara de nada. No puede cerrar la boca del todo. Y no habla... No está. Y se ha quedado con un cuello de la medida de su muñeca. Y le diré más, no hace cara de salud. Ojo, que quizás son manías mías, pero este hombre está extraño.
Un protocolo descontrolado
Una de las cosas que más me sorprendió de la ceremonia de toma de posesión de Trump fue, que, mientras hablaba, detrás suyo iba pasando gente. Ahora un señor con uniforme azul (como de marine o una cosa parecida) y gorra de plato que aparecía, se agachaba y desaparecía. Después uno grupo de señores, vestidos iguales que el anterior, que aparecían en formación, que se detenían detrás del presidente (que seguía hablando como si nada), y que al cabo de 15 segundos desaparecían por donde habían venido sin decir ni buenas tardes. Después, la mujer del vicepresidente que, en medio de los saludos protocolarios del final de la intervención, aparecía por las escaleras de acceso a la "zona noble" como si viniera de ir al lavabo. No lo sé, todo muy casero, como de boda en una casa de campo donde en el convite reparten una calçotada.
No acertaron la época del año
En los Estados Unidos, todo lo que tiene que ver con las elecciones y lo que lo rodea, está previsto según un calendario inamovible. Las votaciones siempre son el primer martes después del primer lunes de noviembre. Y si el 1 de noviembre es martes, como pasó el año pasado, no se pueden hacer aquel día porque todavía no ha sido el primer lunes. Lo escogieron así en 1845, teniendo en cuenta que noviembre era el mejor mes del año porque se había acabado la época de las cosechas. Y fué en martes porque el miércoles había mercado y el lunes era demasiado justo para poder llegar en carro hasta la capital del condado, el lugar donde se votaba. Un viaje que no podían hacer en domingo, porque era el día de descanso.
La toma de posesión siempre es un 20 de enero. Y en Washington. Eso quiere decir frío. Mucho. Una pena porque la vestimenta no ofrece muchas posibilidades: desde el polar a la mantita pasando por abrigos de colores discretos. Y eso es terrible en un mundo donde cada vez más importa la imagen. Imagínese una ceremonia en época primaveral. Hooombre, qué lucimiento para la nueva primera dama (o para el nuevo primer caballero), para la que se va (o para el que se va) y para el resto de invitados. La de chismorreo que podríamos hacer en twitter con la alfombra roja de la toma de posesión. Como los Óscars, pero sin ningún actor ni actriz. Aparte de Trump. Y precisamente a causa de él.
Vuelven "los titiriteros", pero no mucho
La justicia española no para de ofrecernos ejemplos de su independencia total. Y absoluta. ¿Recuerda el caso de los "titiriteros"? Un espectáculo de guiñol que no era infantil (y muy justito de nivel, por cierto) ofrecido, por error, a un público infantil y que, gracias a los potentes altavoces mediáticos del unionismo radical, acabó en la Audiencia Nacional acusado de enaltecimiento del terrorismo y de un delito de odio.
Así lo vieron dos medios elegidos al azar:
Gracias a esta presión mediática y a la decisión del magistrado y ex policía en época franquista, Ismael Moreno, los dos titiriteros pasaron cinco días en la prisión y les fueron intervenidas sus comunicaciones. ¿Su delito? Haber sido contratados por el Madrid de Carmena, la alcaldesa a quien los medios unionistas más radicales no sólo la insultan cada día sino que de cualquier pequeño granito hacen una montaña de descalificaciones. Los estudiosos de la llamada postverdad toieien mucho trabajo últimamente.
Pues bien, el miércoles supimos que, finalmente, han sido absueltos. Observemos la reacción de la misma prensa que los mostró como peligrosos terroristas:
Vaya, qué lástima que aquel día la rabiosa actualidad no les permitiera informar de la noticia con la misma extensión de entonces. Bien, ni con ninguna otra extensión. Cosas del directo.
La terrible ola de frío (o más)
Los medios nos hemos pasado una semana seguida avisando de una ola de frío polar que después sería siberiano y que nos dejaría a todos congelados (Y congeladas). Y al final lo que pasó es que tuvimos temperaturas de invierno. Sí, porque en invierno en la montaña hace frío. Y nieva. Sí, sí. Y estuvimos 4 días (contados) en que la grand noticia era que estaba cerrado el puerto de la Bonaigua. Sí, claro, como toda la vida. Por eso tuvieron que construir el túnel de Vielha, para poder entrar en el valle los meses que la Bonaigua está cerrado. Ya lo ve usted...
Y entonces se nos dijo: "no, es que ha habido valores terriblemente horrorosos que no se alcanzaban desde hacía... 5 años". Cáspita, pues sí que es una cosa inaudita, sí. Hace cinco años ya estuvimos como ahora. No entiendo cómo hemos sobrevivido. Las dos veces.
Pero, como acostumbra a pasar, tanto aviso no ha servido para prever nada. Y de esta manera, una vez más, una previsión de frío que en el interior del País Valencià era de nieve, no ha servido para evitar que miles de personas se quedaran colgadas en la carretera. Centenares de vehículos quedaron atrapados al A3 durante 20 horas y tuvieron que enviar el ejército. Y una vez solucionado todo, el ministro de fomento pidiendo disculpas (un detalle muy bonito) y diciendo que es que los camiones hicieron la tijera. Vaya, como siempre. Y la pregunta es: ¿Si pasa siempre, por qué no evitan que pase?
El recibo de la luz si que nos ha dejado helados
Esta ola de frío se recordará porque con ella llegó el debate sobre el precio de la electricidad. El aumento de las tarifas nos ha servido para entender, de repente, el recibo que no se entiende nunca. ¿Y qué hemos entendido? Que un 63% de lo que pagamos no es luz sino impuestos normales, impuestos revolucionarios, tasas y frivolidades diversas. Y también hemos aprendido que un servicio que es de primera necesidad se liberalizó con el argumento de que la competencia abarataría precios. Y ha resultado que no. Y ahora se ha decidido regularlo. Y ahora sí que no entendemos nada.
Y, los que nos tememos usted y yo es que ahora nos entretendrán un poquito durante unos días y, cuando llegue otro tema que tape este, nos olvidaremos y tal día hará un año. A mí me recuerda mucho el debate sobre los puentes festivos. Un año en que la semana del 6 y el 8 de diciembre cayó de manera tal que aquello fue un acueducto, se nos dijo que eso se solucionaría para siempre. Pasaron los días, el tema murió y ahora ya no es ni tema. Pues bien, me temo que con el recibo de la luz pasará una cosa parecida.
¿Es noticia una pobre mujer muy nerviosa?
Conozco a los responsables de los informativos de BTV (la televisión municipal de BCN) y conozco a Sergi Vicente, el director de la cadena. Y sé cómo trabajan. Por eso me extrañó y me sorprendió muchísimo, pero muchísimo, este tuit:
El vídeo que enlazaba era este:
Atac de nervis en plena ronda de Dalt durant la protesta dels taxistes que s'allarga des de fa sis hores https://t.co/RkPUqDrcvi pic.twitter.com/rEeC45DqKO
— BTVNOTíCIES (@btvnoticies) 16 de enero de 2017
Naturalmente no acabé de verlo porque me ofendió. ¿Por qué? Ante casos así, siempre me hago tres preguntas: ¿1/ Es noticia que una pobre mujer tenga un ataque de nervios en un atasco provocado por unos manifestantes?, 2/ I si lo fuera, ¿qué aportaría en la pieza sobre la protesta? y 3/ quien decide hacer la pieza y emitirla, ¿querría ver a un familiar suyo en esta situación? Y en el caso que nos ocupa, con un añadido: por mucho que le tapes la cara, quién la conoce, identifica su voz y el vehículo.
Realmente no entiendo por qué lo hicieron.
Y dicho esto, que pase una buena semana...