El doctor Josep Maria Argimón lo ha vuelto a hacer. El secretario de Salud Pública ya nos dijo la verdad pura y dura hace un par de semanas reconociendo que no sabía por qué las cifras de COVID en Madrid eran tan buenas, comparadas con las nuestras, cuando resulta que allí no cerraron en ningún momento bares y restaurantes. Pues bien, hoy ha ido a Els Matins de TV3 y, nuevamente, ha dicho a las cosas por su nombre. Y por su apellido. "No somos un país pobre pero tampoco somos un país rico. Si nosotros pudiéramos pagar ayudas pienso que no estaríamos reabriendo -bares y restaurantes y otros tipos de negocio- y que no lo habríamos hecho en ocasiones anteriores". Pues mire, ya era hora que alguien nos dijera la verdad. Al menos sobre esta cuestión.
Una verdad que, por cierto, ya nos habíamos olido por nuestra cuenta hacía días. Como el resto de verdades que hemos ido descubriendo desde hace ocho meses. Pero está muy bien que nos las digan. Porque si lo hacen, quizás entendamos las cosas. Porque es probable que las decisiones tengan una lógica. Compleja, pero que la tengan. De equilibrismo económico-sanitario en estado puro, sí, pero como la mayoría ya nos afeitamos o nos depilamos (o ninguna de las dos cosas) creo que estamos capacitados para entenderlas. Sobre todo porque, además, eso los beneficia. La transparencia genera confianza. Y después de tantos meses de obedecer sin saber exactamente por qué, eso hace falta mucha.
Por lo tanto, la secuencia entera de esto de bares y restaurantes abiertos aquí y cerrados en Francia, Nueva York o la China Popular es porque allí pueden pagar indemnizaciones. Y aquí, antes de que se arruine el 100% de los negocios, los dejan abrir de vez en cuando para que algunos hagan un poquito de cajón y puedan resistir. Lo que todavía no nos han dicho, pero volvemos a olérnoslo, es que con la reapertura los datos empeorarán y en enero o febrero tendrán que volver a cerrar. Y después en primavera, con antígenos y vacunas, la cosa irá a mejor. Y así iremos tirando hasta junio cuando, si no sucede nada extraño, la cosa ya estará muy estabilizada e iremos volviendo a nuestra vida anterior.
Horas más tarde ya ha venido la parte política de la cosa la mano de la Consellera de Salud, Alba Vergés, y del de Interior, Miquel Sàmper, que al argumento de Argimón han añadido que la culpa es de la falta de ayudas por parte del Estado. Y mientras los oía, no he podido evitar recordar cuándo en marzo y en abril nos dijeron que nada de mascarillas. Y resultó que nos lo decían porque no tenían. Es otra cosa que descubrimos a posteriori y todavía hoy no nos han explicado. Ahora sólo falta que algún día descubramos por qué nos hicieron poner guantes. Y ya que estamos, que nos expliquen cómo puede ser que esto de los famosos aerosoles haya aparecido en el debate hace cuatro días cuando resulta que hace 102 años ya lo tenían claro. Sin tantos epidemiólogos, ni tanto experto en datos, ni tanta mandanga, el gobernador de Burgos (¡¡¡EL GOBERNADOR DE BURGOS!!!) describía en octubre de 1918 lo que ha sido el gran hallazgo de las últimas semanas. Le adjunto la copia que circula por la red y un destacado del párrafo.
Para otro día queda pendiente comentar por qué el doctor Argimón ya ha alertado en dos entrevistas que ojo con las tentaciones de los políticos de mantener ciertas restricciones a nuestras libertades, ahora necesarias en nombre del bien común pero que pronto no tendrán sentido y que quizás se queden. Si él nos avisa, por alguna cosa será.