A la justicia política española todas le ponen. Mientras es juez y parte. Naturalmente. El problema viene cuando sus decisiones (políticas) son analizadas por una justicia que no es la que ellos controlan. Entonces, cagada pastorcillo. Porque entonces pierden. Siempre. De todo lo relacionado con el Procés, la justicia española ha fracasado con un porcentaje superior al del 100%. Y espérese que falta para salir el Gordo, que será cuando la justicia europea analice la sentencia del Supremo por el 1-O y le diga cosas poco agradables.
Y con respecto a las euroórdenes, pues mire el resultado también es espectacular: Llarenismo, 0; Justicia Normal, Todas. Un dos en la quiniela. La última, la de hoy, la del Caso Valtònyc, diciéndole a España que, por favor, hagan el favor de aplicar la ley como toca, no como les peta. Que no se puede usar una ley posterior a los hechos juzgados para pretender castigar con más pena al condenado. Que eso no funciona con el sistema conocido con el nombre de "como me viene bien". Que es muy feo vulnerar la ley, y sobre todo que lo haga quien tiene que aplicarla.
Por lo tanto, esta humilde columna vuelve a ser servicio público y se añade a la campaña de la emergencia climática proponiendo alternativas para reciclar convenientemente las hojas que han sido usadas para presentar las diversas euroórdenes. La idea más sencilla y rápida es envolver bocadillos de sardinas o atún de lata, pero hay otras opciones más trabajadas. Como directamente son papel mojado, podemos utilizarlas para fabricar papel maché casero con el cual elaboraremos simpáticas esculturas que después podemos situar en cualquiera de las rotondas que llenan nuestro país.
Pero cortadas en pequeños fragmentos podemos reconvertirlas en alegre confeti con el cual amenizar divertidas manifestaciones de Jusapol. Y haciendo un par de agujeros en los extremos de cada hoja, podemos convertirlas en mascarillas, ahora que van tan buscadas. En este caso, la coincidencia es total porque ni las mascarillas ni las euroórdenes sirven para nada. Y con un poquito de vinagre son perfectas para limpiar los cristales.
También podemos usarlas como papel. En el lado no escrito de la hoja podemos apuntar las veces que Umititi es desbordado por los delanteros rivales durante un partido. Incluso en los que no juega. Sí, es cierto que necesitaremos muchas y muchas páginas para que quepa todo, pero gracias a Dios el llarenismo no se priva de nada y no nos faltará material.
Ahora que los fines de semana Catalunya huele a calçot, el papel de las euroórdenes es perfecto para guardar las cebollas una vez pasadas por el fuego. Junto con el uso de la ñora en la elaboración de la salsa, envolver los calçots en papel una vez cocidos es el gran secreto de esta manjar tan nuestro.
Las euroordenes también son perfectas para tapar las salidas de los aparatos de aire acondicionado de despachos, oficinas y salas diversas que tienen la extraña habilidad de enviarte directamente a la cara o un calor venusiano (460 grados), o una helor propia de Neptuno, (235 bajo cero).
Macerados con una mezcla de Varon Dandy y Brummel son perfectas en marisquerías de polígono industrial para que se limpien las manos clientes que, todavía hoy, llevan la uña del dedo pequeño de la mano derecha unos 5 centímetros más larga que el resto.
Y finalmente, cogidas con gomas de pollo (usadas) le pueden ser de gran utilidad a Sociedad Civil Catalana para hacer barricadas en estas protestas que piensan organizar los viernes en los túneles de Vallvidrera para impedir que no-se-quien de la zona alta de BCN no pueda ir a esquiar.
Porque, lo que sería para empapelar indepes no, pero para todo el resto, las euroórdenes son la solución.