Se ha hecho viral el vídeo de una pieza que el otro día pasaron en el TN Mediodía de TV3. Es este:

 

Pues sí, se trata de una noticia sobre uno de estos supermercados sin clientes físicos que sólo atiende pedidos digitales a través de una aplicación. Entre que haces el encargo y lo recibes en casa, la empresa se compromete a que sólo pasen 10 minutos. En la información, que recomiendo mucho que se la mire, explican que los trabajadores del espacio donde están los productos tienen dos minutos para ir llenando la bolsa de la compra, con lo cual no es fácil concluir que quién hace la entrega, en bici, a pie, en patinete o por teletransportación, tiene 8 minutos para llegar a sitio. ¿Entiende ahora porque hay calles de según qué ciudades que parecen el circuito de Montmeló, verdad?

Vi la noticia en directo, comiendo en casa, y se me cayó la mandíbula al suelo. Y de todo lo que me pasó por la cabeza mientras asistía en este maravilloso retrato de la mierda de mundo donde empezamos a vivir, que no fue poco, le comento cuatro cosas. Para no alargarme más del habitual. La primera, haber podido observar en su contexto que eso que me habían explicado existe. Y tengo que agradecerselo a Ivan Gutiérrez, un periodista que acostumbra a hacer piezas muy interesantes sobre temas económicos. Que se entienden. Y enseñan y explican. Para que quien lo veamos aprendamos y entendamos.

La segunda es que retrata perfectamente a la sociedad del "capricho que quiero satisfacer ahora mismo". ¿Estoy en casa y quiero unas galletas, una hamburguesa o una rueda de molino con patas rubias? Hey, pero las galletas tienen que ser "aquellas" y no ninguna otra, donde va a parar, que tendría un disgusto. Y la hamburguesa tiene que ser de "tal" lugar y no de ningún otro. Y la rueda la quiero cuadrada. Y la quiero ya y no admito ninguna otra alternativa. Para qué pensar: "Quiero aquellas galletas pero ahora no tengo, mañana me compraré y ahora comeré cualquier otra cosa. O no comeré nada". No, no, "exijo tenerlo y que me lo traigan. Y ahora. No dentro de veinte minutos, no. ¡A-HO-RA!".

La tercera es que esTo que servidor de Usted lo ve como un despropósito propio de un mundo que va a toda velocidad hacia el acantilado, en bajada, sin frenos y con el viento a favor, seguro que la empresa en cuestión lo vio como un anuncio gratuito de dos minutos y dieciséis segundos en un programa informativo de máxima audiencia en una televisión pública y que lEs servirá para posicionarse en el mercado y obtener muchos clientes.

Y, finalmente, el optimismo postizo de la responsable del negocio. Aquella hipermotivación que, de tan excesiva que es, hace que mientras la ves te caigan todos los dientes una velocidad comparable a la que cae un paracaidista al que le ha fallado el sistema y a causa de un repentino ataque de caries generado por un exceso infinito de azúcar. Pero sobre todo por la frase, que es LA frase. Olvídese de "ecoansiedad" o "semen Cardona", las palabrotas de moda hasta ayer, y apunte la que a partir de ahora lo petará sin piedad. Pero antes, ya le aviso, mientras la lea procure no estar conduciendo o no haciendo trabajos de riesgo. Y si está de pie, siéntese. Se podría hacer daño. Ella le da la vuelta al argumento y afirma: "El estrés es la presión que uno mismo se pone, pero trabajamos para que sea adrenalina positiva". ¡SEN-SA-CI-O-NAL!

No, aquí nadie te explota, eres tú quien te pones presión. ¡El autocapitalismo salvaje! Y no, no te estresas sino que disfrutas de la vida de manera positiva sabiendo que si te pasas un segundo del tiempo que la empresa te marca quizás pierdas el trabajo. Y con la alegría añadida de ver tu nómina a final de mes, que en estos trabajos es de ocho ceros. Como mínimo.

¡Esclavos del mundo digital y precario, estáis equivocados! ¡Os creéis que vuestra vida es miserable porque os falta adrenalina positiva! Y si queréis adquirir-la, recordad que podéis encargarla a través de una app y en 10 minutos os la traerá otro positivo como vosotros y de esta manera crearemos la economía circular precaria. ¡¡¡Y seremos tan felices!!!