Catorce horas después de saberse que el PP había pasado de once diputados en el Parlament a solo tres, Mariano Rajoy ha comparecido para silbar 'El cóndor pasa'. Su partido se ha dado una galleta que supera y de mucho la producción quinquenal de Birba, Trias y Cobo, por citar solo tres marcas, y al día siguiente el presidente comparece para decir que la tierra es plana y que se reunirá con Inés Arrimadas. Es exactamente aquello de no querer aceptar la realidad. O no quererla entender. Y así les va. Aunque den por descontado ser irrelevantes en Catalunya.
Pero Rajoy también ha aprovechado para insistir con un argumento muy suyo y que él y los suyos se ocupan de repetirlo siempre que pueden para que acabe cuajando entre la gente que les encantaría que fuera así. Y que les gustaría tanto que hacen lo posible para que sea así. Sin éxito. Y este argumento se llama "los indepes han fracturado la sociedad". Un argumento que, desarrollado, incluye "por culpa del Procés, las familias han dejado de hablarse, los compañeros de trabajo han dejado de hablarse, los amigos han dejado de hablarse y los vecinos han dejado de hablarse".
Bien, un servidor tiene familiares con quienes hace 30 años que no se habla. Ni ellos conmigo. Y no tengo previsto volver a dirigirles la palabra durante el resto de mi vida. Y, según tengo entendido, el Procés fue posterior a nuestra entrañable relación.
Bien, un servidor tiene compañeros de profesión a quien no volveré a hablarles nunca más. Y no es por culpa del Procés, sino porque son unos miserables. Como periodistas y como personas.
Bien, un servidor ha tenido amigos (y amigas) que, como le pasa a todo el mundo, han desaparecido de mi vida por diferentes motivos. Como yo de la suya. Y han entrado otros. A mí y a ellos (y a ellas). La vida es evolución.
Bien, un servidor ha tenido vecinos con quien no me he hablado jamás. Pero porque ni nos hemos conocido. Teníamos diferentes horarios, diferentes rutinas y ni coincidimos en el ascensor, porque algunos edificios donde he vivido no tenían ascensor. Y creo que el Procés no tiene ninguna relación con esta cuestión.
Vaya, que en la vida dejas de hablarte con mucha gente y empiezas a hablar con otra y nadie se dedica a decir que la vida tiene la culpa de la ruptura de las relaciones humanas.
Pero después está la mare del cordero, cargar contra el otro la presunta situación que denuncias. Lo he escrito otras veces e insisto: si dos personas ven una situación determinada de una manera opuesta y llega un día en que una de las dos dice: "oye, hablemos, porque yo no estoy cómodo y creo que tendríamos que ponernos de acuerdo para encontrar una solución" y la respuesta del otro es "pues la situación seguirá como hasta ahora porque lo digo yo", ¿quién tiene la culpa de la "ruptura"?
Imaginemos que usted cada día come en un restaurante donde de primer plato siempre le sirven sopa. Y un día dice que quiere otra cosa y el camarero le dice que sopa o sopa, y usted le dice que sopa no, y él le dice que sopa sí, y usted que no, y él que sí, y al final usted le acaba diciendo: "pues, o se acaba la sopa o me voy a otro restaurante", ¿de quien es la culpa de que usted quiera marcharse? Y si, además, el camarero empieza a gritar por el restaurante que usted quiere arruinarle el negocio porque no acepta comer una sopa buenísima, y lo insulta, y le pega, y le denuncia, y le mete en prisión... y, además, va diciendo que usted quiere romper la convivencia... y consigue ponerle a todos los clientes en contra, ¿quien tiene la culpa de la "ruptura"?
Y quien dice sopa, dice lo que usted quiera.