Cada inicio de campaña electoral, en las listas de los partidos se producen dos fenómenos: 1/ Los fichajes "mediáticos", algunos de los cuales son incompresibles incluso para los votantes de los partidos que los realizan, y 2/ La desaparición de personas. Desaparición política, claro. Por hechos, obras o manifestaciones del pasado que ahora se recuperan o salen a la luz pública. Hoy ha habido dos. Por motivos bien diferentes, pero igual de fulminantes.
Josep Sort era el número 65 de la lista de JuntsXCat por BCN. Estaba como representante de Reagrupament, partido del cual era el presidente. Ayer empezaron a circular algunos tuits suyos entre los que destacan uno donde se manifestaba más bien poco partidario de la alcaldesa del cap y casal y otra dónde tenía un recuerdo digamos poco respetuoso hacia la actriz Rosa Maria Sarda.
En abril del 2020 escribió que Ada Colau "no es nada más que una puta histérica española". Hoy, poco antes de clausurar su cuenta en twitter, ha escrito: "Retiro lo de puta. Ellas no tienen ninguna culpa. Ni tú ninguna importancia, aliada de Manuel Valls y la derecha española rancia y xenófoba". Por lo tanto, podríamos afirmar que ha pedido este perdón que está tan de moda dirigido "a quien se haya podido ofender". De la Sarda, el tal Sort colgó una foto tres meses después de su muerte con el siguiente texto: "Haremos limpieza de españoles. ¡Prometido!". O sea, un ejemplo de finura, amabilidad, respeto y crítica hecha desde la moderación.
Y aquí viene cuando me pregunto: ¿Los suyos conocían las actividades literarias del personaje? ¿Y si era así, lo encontraban normal? ¿Y si no las conocían, las han descubierto ahora porque, primero Ada Colau y después otras personas, lo han denunciado? Ah, entonces esta es una práctica electoral tan habitual como desconcertante que ya le ha sucedido dos veces a Víctor Font, candidato a presidir al Barça, y consistente en que, en un mundo donde cuando te hablan de alguien a quien no conoces vas directamente a google a ver qué, hay quien incluye en sus equipos gente que no aguantan ni cinco minutos sin que les salga mierda como para llenar 100 hospitales del modelo Ayuso.
¿Alguien que pretende hacer carrera política no tiene claro que a los muertos mejor dejarles tranquilos y que a las alcaldesas vivas no hace falta insultarlas desde el machismo más casposo y, además, en primera y en segunda instancia? Y si tuvo un mal momento, ¿no consideró nunca oportuno borrarlo? Pues no, porque si fuera así lo habría hecho. Por lo tanto, Sort creía que su actitud era la más normal del mundo y que no era censurable. Y, insisto, esto en alguien que quiere dedicarse a la política.
Daniel Serrano, en cambio, hasta hoy diputado y secretario general del PP de Catalunya, ha sido eyectado de su posición en el número 4 de la lista por BCN y del resto de cargos después de saberse que una compañera de partido lo ha acusado de agresión sexual. Las dos grandes diferencias entre estos casos son la gravedad de los hechos y que si con Sort hay constancia de lo qué escribió, con Serrano no sabemos qué pasó. Hay una denuncia presentada en el 2019 en un juzgado de instrucción por unos hechos que habrían sucedido en el 2016 y que él niega, que el TSJC la admitió a trámite hace dos meses y en una causa donde ya habrían declarado denunciante y denunciado.
Aquí las preguntas son: Independientemente de que sea inocente o culpable, cosa que dilucidará un juez, ¿Serrano creía que nunca se sabría que este caso estaba en los juzgados y que tarde o temprano lo usarían en su contra? ¿El partido lo sabía y no pensó que alguien -de dentro o de fuera- lo filtraría? Y ahora viene la pregunta que une los dos casos: ¿En qué mundo político viven todos ellos?