La cuestión del caso Garrido no es que el señor general de la Guardia Civil dijera lo que dijo. No, el tema es que lo dijera, que se otorgara la potestad de decir lo que dijo para que tuviera el efecto que ha tenido.
Porque al final, los hechos siempre son más importantes que las palabras. Y el hecho es que en España hay un Estado paralelo instalado en las cloacas y que hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere. Un Estado instalado en las cloacas que los políticos que van pasando no controlan. Ni controlarán. Porque ya hemos llegado tarde. Rajoy, Sánchez y quien venga después sólo son empleados contratados o despedidos en nombre del interés de Estado de cada momento, que es el interés de los que controlan el régimen y viven de él. Y muy bien. Y con opíparos premios para los afectos.
Una nómina de empleados temporales que incluye el Rey, naturalmente. Y si no que se lo pregunten al emérito, al padre del actual. Cuando la imagen de la institución tocaba fondo lo obligaron a abdicar. Y para ayudarlo a tomar la decisión, por si las moscas, filtraron el caso Corina y lo hicieron humillar con aquel "Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir" que le hicieron decir en un triste pasillo. Así su hijo ya se ha sentado en la silla con la lección aprendida y teniendo claro qué tiene que hacer para conservarla. El famoso 3 de octubre quedó claro.
Al final, pues, el general se limitó a recordarnos que aquí hay dos bandos: ellos y el resto. Y "ellos" son los que mandan. Y seguirán mandando. Y la lista de invitados y premiados del lugar donde nos hizo memoria ayudaba a comprender de lo que estamos hablando exactamente. Había uniformados en general, jueces, fiscales, secretarías judiciales y políticos de aquellos que siempre están allí detrás moviendo hilos. Y todos ellos y ellas riendo animadamente en la fiesta previa a ver cómo, una vez más, quien se cruza en su camino acaba aplastado como un mosquito.
Y mientras, aquí nos pasamos el día discutiendo si los políticos que están en prisión, y que el Estado paralelo con sede en las cloacas usará para escarmentar al resto, iban de farol o no. Lo dicen los autóctonos moderados y los autóctonos hiperventilados. Cada uno desde su trinchera, pero coincidiendo en el bando del "yo eso ya lo avisé porque yo eso ya lo sabía". Y todos ellos (y todas ellas) instalados en el sofá de casa y señalando el camino correcto con tanta vehemencia que algunos (y algunas) se rasgarán el dedo índice tan fuerte que la cosa acabará en amputación. Digital.
Y mientras, aquí cada día nos damos una ducha fría de autocrítica purificadora porque resulta que nos autoengañamos. No claro, los que tienen la justicia, los uniformados y los medios de manipulación no necesitan autoengañarse. ¿Pa qué, verdad? Esto es como en el baloncesto. Si mides 2,20, pesas 130 kilos y tienes cogida la posición, ya puede venir autoengañándose uno de 1,70 y 75 kilos pensando que te clavará un mate en tus narices, sí. Sobre todo cuando recojan los trocitos del suelo.
Soy muy partidario de poder caminar y comer chiclé a la vez, pero aquí nos pasa lo mismo que aquello que Pepe Rubianes resumía con la expresión: "nene, es que no fijo". No fijamos, efectivamente. Un estado paralelo descontrolado está a punto de hacer un destrozo total de los derechos más elementales y de provocar una regresión de la cual ya vemos como salimos y si salimos de ella y aquí nos pasamos el día hablando de faroles y de autoengaños. Ciertamente memorable.