Hoy se ha acabado la campaña electoral más vulgar, chavacana, ordinaria, chapucera, grosera y vacía que se recuerda. Un despropósito total y absoluto. Un insulto a la inteligencia. Como dijo el poeta: "¿Propuestas? ¿Pa qué? Pa cagal·la?". O cómo dijo aquel otro: "Españoles (o no), las ideas han muerto".
A ver, todos sabemos que las promesas electorales son como cuando vas a la feria y antes de comprar los boletos el señor de la tómbola te dice que siempre toca. Mire, no. No toca siempre. De hecho no toca mucho. Pues con las promesas electorales pasa igual, que no se cumplen. Pero hombre (y mujer), tampoco estaría mal hacer alguna propuesta, ¿no? ¿Qué tal discutir de vez en cuando sobre la manera de crear puestos de trabajo y no sobre si usted es o no es amigo de ETA, Venezuela, Torra y Rufián? Que alguien nos diga que nos sacará de la crisis permanente aunque sea mentira.
Y aquí viene la eterna duda. ¿Cómo se tiene que combatir esta estrategia? Y fíjese en que he usado la palabra "combatir", que ya es un concepto poco amable. ¿Cuál tiene que ser la actitud cuando en un debate alguien se dedica a hablar por debajo de ti en el momento que tienes la palabra, cuando alguien no para de interrumpirte, cuando alguien no para de repetir que no te pongas nervioso o cuando alguien te insulta? ¿Qué tienes que hacer, lo mismo?
Mucha gente defiende que todo el mundo tiene derecho a defenderse y que, naturalmente, si te interrumpen tú tienes que pagar con la misma moneda. Y si te dicen que no te pongas nervioso, tú lo tienes que repetir más veces que el rival. Y así con todo el resto. ¿Quieres caldo? Pues espera que te preparo una olla. Bueno, es una estrategia, pero.. ¿es efectiva?
Cuando alguien quiere que las ideas sean sustituidas por las hormonas, es porque este alguien le es más cómodo este escenario. Por lo tanto, concederle jugar en su terreno es una derrota. La tuya.
Si el enemigo quiere que hagas una cosa, tienes que hacer a la contraria. Si el enemigo quiere que bajes al barro, tú tienes que mantenerte lo más alejado posible de las salpicaduras y con un traje blanco. Si el enemigo, en vez del elegante florete, prefiere el Bare Knuckle Boxing, el deporte de combate considerado como el más salvaje, tú florete. Sobre todo porque contra un profesional de repartir hostias que se oyen desde las afueras de Plutón, siempre llevarás las de perder.
Pero en estas situaciones hay que pensar, sobre todo, en los votantes. En los tuyos y en los del otro (o la otra). Si el rival busca generar un espacio donde lanzarse eructos de alioli y pedos de calçotada será porque a sus votantes les va este rollo. Claro, si no, no lo haría. Pues allá ellos con sus gustos. Lo que tienes que preguntarte es si a tus votantes les gustaría verte en un concurso de eructos de alioli y pedos de calçotada. ¿No, verdad? Pues no concurses.
Y en caso de duda, siempre aplicaremos el punto ya citado anteriormente y que dice: "Si el enemigo quiere que hagas una cosa, tienes que hacer la contraria".
Y esto no vale sólo para la campaña.