La última vez que Miquel Iceta fue a Can Basté (RAC1) fue para leer el monólogo de Joan Capri "Comemos demasiado". Hoy ha vuelto con el monólogo también de humor y de cosecha propia titulado "Yo estaba viendo Goldfinger".
"Yo estaba viendo Goldfinger" es la divertida historia del propio Iceta yendo a una entrevista el día siguiente de que TV3 haya emitido el documental Las cloacas de Interior. Un documental con un 30% de audiencia, que arrasó en las redes sociales y que, cuando ha sido preguntado por si lo vio, la respuesta ha sido: "Yo estaba viendo Goldfinger", una de cuando James Bond conocía la Guerra Fría, pero sólo de vista.
Un monólogo buenísimo. La gente todavía ríe.
Pero, este momento de hilaridad buscada y nada inocente destinado a despreciar el documental, no es otra cosa que una nueva muestra de posverdad en estado puro. ¿Usted y los "suyos" se indignan con la explicación de cómo un Estado paralelo funciona con total impunidad? ¡Fantástico! Pues yo estaba viendo Goldfinger. O sea, yo y los "míos" tenemos nuestro propio relato y en nuestro relato hablamos de Goldfinger y no de las cloacas del Estado, que es un tema que ni nos conviene ni nos interesa. De hecho no hemos ni ido a la comisión de investigación del Parlament que trata del tema con la excusa de la comisión por el caso Vidal.
Y el caso de Iceta y los "suyos" es el mismo que el del resto de partidos y grupos unionistas, incluidos los radicales. Para todos ellos (y ellas) el documental no existió. Busque, busque a ver si alguien ha abierto boca. Nada. De nada. Todos estaban viendo su propio Goldfinger. ¿Por qué? Porque reconocer guerra sucia contra "el enemigo" sería convertirlo en una víctima y, ya se sabe, que las víctimas generan empatía. Y por si las moscas, ¿verdad?
Pero, una vez más, el problema es que hacer ver que no ves la realidad, no la hace desaparecer. Si mientras tú estás tan tranquilo en el sofá de tu casa viendo Goldfinger, feliz y contento, el vecino de arriba sufre un atasco en la cloaca del Estado, el problema en aquel momento es para el vecino, efectivamente. Y tú seguirás viendo Goldfinger feliz y contento, con tus palomitas. Y quien tendrá que llamar al fontanero es el vecino de arriba. Pero cuando una cloaca del Estado se atasca, nadie garantiza que no acabe rompiendo la cañería y que toda la mierda te caiga encima en forma de tormenta de verano y te haga nadar en la abundancia a ti, al sofá, al televisor y a las palomitas. Y entonces, quizás la película que tú habías empezado a ver como "Goldfinger" la acabas convertida en "Shitfinger".
Y en aquel momento, quizás, será demasiado tarde para ir a la radio a hacer posverdad rebozada con fina ironía.