Se lo confieso. Ayer me fui a dormir muy nervioso. Me he pasado toda la noche con unas pesadillas que me han despertado unas cuantas veces sudando y con el corazón latiéndome a la misma velocidad que Pablo Casado dice imbecilidades. ¡Un horror! (Un horror, la noche que he pasado y Casado). Y si se lo explico es porque sé que a usted le ha sucedido lo mismo. Porque usted y un servidor de usted ayer, poco antes de ir a dormir, leímos que esta mañana de domingo Pedro Sánchez había convocado en Barcelona una comparecencia institucional extraordinaria donde no aceptaría preguntas. Y usted y un servidor, que somos muy sensibles, empezamos a darle vueltas a la causa de esta tan sorpresiva como inesperada aparición que sólo podía explicarse porque tenía alguna cosa que decir.
Claro, porque cuando convocas por sorpresa una comparecencia en un festivo, y ni más ni menos que en la Delegación del Gobierno, es que tienes una cosa muy importante para comunicar. Porque si no tienes nada que decir, no convocas nada y aprovechas la mañana para dormir, pasear, barrer el comedor... Por lo tanto, partiendo de la base que alguna cosa importante estaba a punto de suceder, servidor ha pasado la noche en blanco dándole vueltas a qué podía ser esta cosa. ¿Nuevas terribles restricciones relacionadas con el aumento espectacular de contagios de COVID ómicron? ¿Nuevas restricciones no tan terribles pero sí un poquito? ¿Algún anuncio de alguna noticia que no sabíamos y que nos pondría los pelos de punta, incluso a mí? O quizás, yo qué sé, ¿tenía que ver con alguna cosa relacionada con el catalán en las escuelas? ¿O se trataba de llevar el Senado al aeropuerto Josep Tarradellas-El Prat? ¿O anunciaba que sería uno de los presentadores de la Marató de TV3? ¿O era un anuncio relacionado con Pablo Casado? No sé... ¿que le aplicaba el 155 y le tomaba el control? ¿A partir de ahora se le harían controles antidopaje antes de cada declaración? ¿Se le regalaría un abono para que vaya al zoo, se entretenga un rato y, mientras, no moleste? ¿Se analizaría su partida de nacimiento y descubriríamos que también miente con su nombre y realmente se llama Pablo Pajares&Esteso? ¡Yo qué sé!
Pues no. Sánchez ha comparecido y no ha dicho nada que justificara la aparición. No ha anunciado ninguna nueva medida, no ha comunicado nada que no supiéramos y no ha explicado ningún cambio ni ninguna decisión. Sólo nos ha dicho que el miércoles ha convocado una reunión de presidentes autonómicos, que ya sabíamos que estaba convocada, pero primero ha dicho que era el martes, con lo cual mucha gente se ha quedado confundida. Más todavía. En el resto de los seis minutos veinte según que ha durado la cosa, ha vuelto a aparecer aquel paulocohelismo constitucional que ya sufrimos durante el confinamiento de pronto hará dos años. Aquel estar rato y rato charlando y charlando sin decir nada pero haciendo de guía espiritual que invoca nuestro crecimiento personal a través de la ruptura de los vínculos energéticos y de las cadenas invisibles que nos impiden evolucionar hacia la positividad a base de recuperar el control de nuestras emociones. Vaya, una de aquellas chapas que, perfectamente, pueden acabar vendiéndonos unas velas purificadoras o un colgante que elimina las malas vibraciones.
Y no, eso no es ninguna crítica. Al contrario, porque hacer eso -y hacerlo bien- no es nada sencillo. Sí, porque tú puedes salir a no decir nada, pero a base de minutos y minutos charlando puede suceder que, en un momento dado, te equivoques y acabes diciendo alguna cosa. Pero en eso, Pedro Sánchez es in-su-pe-ra-ble. El problema es para los periodistas que tienen que seguir la intervención y hacer una pieza. ¿Cómo titulas una noticia en la que no ha habido ninguna noticia? ¿Y en el resto de líneas que tienes para explicar la intervención, qué narices explicas? Haces una redacción titulada: "Yo tenía fiesta domingo por la mañana, quería aprovechar para hacer cosas, me enviaron a la comparecencia sorpresa de Sánchez y aquí estoy, sin saber como llenar las líneas que me han dado para llenar". Hombre (y mujer) el título es lo bastante largo como para tener el trabajo medio hecho, pero -reconozcámoslo- de la comparecencia en sí, no dice mucho.