Acto público en Gdansk, Polonia. Interviene el alcalde de la ciudad, Pawel Adamowicz. Y sucede esto:

Como puede ver, hay una gran confusión y desconcierto porque ha sucedido algo, pero no se sabe exactamente qué. Al final resultó que el individuo que se pasea por el escenario con los brazos en alto acababa de apuñalar a Adamowicz, quien horas después murió, y lo que llevaba a la mano derecha era un cuchillo.

Pero la imagen que todo el planeta, servidor incluido, interiorizó como destacable fue esta:

Es el momento en que el atacante enseña el arma del crimen y el público, en vez de detenerlo o ayudar al herido, está con los móviles. Y todo el planeta, servidor incluido, aprovechó para adjudicarle al hecho aquella máxima que dice que el mundo digital nos tiene tan absorbidos que cuando ocurre una barbaridad ante nuestros ojos la reacción es fotografiarla o grabarla. O sea, en vez de ayudar, interactuar o hacer algo, ejercemos de espectadores. Y eso sería consecuencia de la pantallización que sufrimos los seres humanos y bla, bla, bla.

Y seguramente influyó mucho en esta conclusión aquella famosa imagen de Barbara Kinney, la fotógrafa oficial de la campaña presidencial de Hillary Clinton:

Y, sí, los humanos estamos totalmente pantallizados. Y todavía lo estaremos mas. Y esta gran foto es la prueba. Pero, en el caso que nos ocupa, la verdad es otra de muy diferente. Mediatizada por prejuicios totalmente reales, sí, pero construida con prejuicios que nos conducen al error.

Me lo hizo notar el colega y compatriota de municipio Jordi Gonzalo en un tuit de respuesta a uno mío, en que yo caía en la trampa. Él me aclaraba que: "En aquel momento, la multitud estaba haciendo el efecto linterna con los móviles (los del escenario con bengalas). La mayoría no sabe qué ha pasado y siguen con el móvil haciendo linterna. No fotos. Incluso, los pocos que están con el móvil haciendo fotos o vídeos no deben ni de haber visto la agresión".

Y entonces volví a mirar el vídeo. Y, efectivamente, la gente está iluminando el escenario. Y, efectivamente, los del escenario no son conscientes de que allí ha habido un apuñalamiento y el público sigue con lo suyo, pensando que el individuo que mueve los brazos forma parte del espectáculo.

Pero ahora viene la segunda reflexión. Si yo no hubiera tuiteado que el mundo está pantallizado y bla, bla, bla, Jordi no habría sabido que yo tenía una versión equivocada de la realidad, no me habría podido corregir y yo seguiría instalado en el error. Y seguramente hoy habría hecho un artículo desarrollando el prejuicio.

¿Dónde quiero ir a parar? Pues que en este trabajo todos nos equivocamos. Decenas de veces. Pero que la proximidad que permiten las redes nos posibilita darnos cuenta de los errores y corregirlos. Y que en este trabajo hay personas que también se equivocan, pero a propósito. Y que basan su trabajo en el error provocado permanentemente.

El ejemplo más evidente es el de Eduardo Inda. Eduardo tiene la mala suerte de que la mayoría de lo que publica acaba desmentido por la realidad. Pero él persiste en el error. Y nunca rectifica. De hecho, todavía defiende que Xavier Trias tenía una cuenta en Suiza, una información que se ha demostrado absolutamente falsa y en cuya elaboración él intervino directamente. Y, chico, tanta pifia sostenida me hace sospechar que quizás no es mala suerte, sino voluntariedad. A ver si al final resultará que Inda publica mentiras de manera consciente... No lo creo, porque él es un gran profesional, pero a ver si me estará engañando...

El último ejemplo que me hace sospechar es un incidente con el programa de Risto Mejide en Cuatro, cadena hermana de Tele 5 y en que Inda colabora. Este programa tiene una guerra abierta con Inda y se fue a la entrada de Tele 5 a preguntarle por una noticia que había publicado en su medio. Y el tipo es tan hábil que hace un "Robinho" y se tira en el área sin que nadie lo toque.

Y ya tenemos una nueva prueba de la infinita habilidad del personaje. En vez de debatir si la noticia que publicó es mentira o no y de analizar si Inda vive de publicar mentiras o no, la discusión es si lo agredieron o no.

¡Eso sí que es un profesional!