He hecho memoria y no he encontrado una imagen tan llena de humanidad, solidaridad, deportividad y reconocimiento como la que he visto este mediodía en el estadio de la Ciudad del Futbol de Las Rozas. El Barça acababa de ganar por 7 a 0 al At. de Madrid en la final de la Supercopa de fútbol femenino y, antes de celebrar el título conseguido, las jugadoras han manteado a una jugadora del equipo contrario a manera de homenaje y de reencuentro.
La futbolista es la mallorquina Virginia Torrecilla a quien hace 683 días le dijeron que nunca más jugaría a fútbol. Un año, diez meses y 13 días después, y una vez superado un tumor cerebral, ha vuelto a ser jugadora de fútbol. Ha sucedido en el minuto 85 del partido, cuando su equipo ya perdía por 6 a 0 y ella ha salido al terreno de juego sustituyendo a una compañera.
Este vídeo mañana mismo deberían pasarlo en bucle por todas las televisiones. Y en las escuelas. Y en las universidades. Y antes de cada competición deportiva. Y en las reuniones de ejecutivos. Y por todas partes. Porque explica tanto. ¡Pero tanto! Porque este gesto es celebrar la lucha por salir adelante por encima de las rivalidades y los legítimos intereses particulares. Marca la línea donde acaba el enfrentamiento y empieza la relación entre personas, una cosa que perdemos demasiado a menudo y cada vez más.
Porque muchas veces, en la vida, ganan los buenos. Y cuando eso sucede, es la hostia. Pero este también es un momento para recordar a toda la gente que ha luchado y no ha logrado salir adelante. Cuando he visto a la señora Torrecilla volando por los aires y cayendo tan suavemente como repetida en brazos de quiénes hacía cinco minutos habían sido sus rivales en el terreno del juego y le habían dado una paliza, futbolísticamente hablando, he visto a toda la gente que quiero, que seguiré queriendo, y que ahora ya solo tengo en mi recuerdo. Y he sonreído pensando en los momentos vividos juntos.
Viéndola a ella reír y emocionarse he revivido las situaciones llenas de felicidad compartida con un montón de personas que han formado parte de mi vida y que ya no están físicamente. Cada vez que ella emergía de entre la multitud de color azulgrana, todas ellas aparecían para decirme. "¿Te acuerdas del día aquel que..." y, seguidamente, añadían "y haz el jodido favor de seguir recordándolo. ¡Aquel y el resto!". Sí, porque mientras alguien permanece en la memoria de otra persona, este alguien sigue existiendo.
Y con respecto a la lección deportiva, no hay mucho que decir porque la imagen lo dice todo. En un mundo donde todo es negocio, poder, egoísmo y gente extraña, lo que ha sucedido hoy en aquel campo de fútbol nos transporta a un pasado donde el deporte era competición, pasión, rivalidad y entretenimiento y los deportistas eran personas y no mercancías expuestas públicamente para que la esta gente extraña de la cual le hablaba las exploten como objetos de consumo.
En el deporte y en la vida hay que saber perder, pero también hay que saber ganar. Y a veces te mereces salir adelante, luchas con todas tus fuerzas y no lo consigues. Es la manera como lo haces y tu comportamiento con los demás lo que provoca que la gente que te ama te vea reflejado en el rostro feliz de quién sí ha conseguido un bonus track y lo celebra una mañana cualquiera de un mes de enero todavía pandémico en un campo de fútbol después de haber perdido 7-0. Porque el resultado importa. ¡Muchísimo! Pero no el del partido.