La Iglesia Cristiana Católica española, mediante los ojos de la Conferencia Episcopal, se ha mirado unos papeles que tenía por allí encima de la mesa y se ha dado cuenta de que, vaya por Dios, en España hay "un millar" de inmuebles que registró a su nombre y que ahora se ve que realmente no son suyos. Sí, esto sucede muy a menudo. Resulta que tienes treinta y cuatro mil propiedades que te has registrado entre 1998 y el 2015 gracias a la ley hipotecaria aprobada por José María Aznar López, que sólo exigía una certificación hecha por ti mismo, y de repente ves que en algunas has ejercido una propiedad tan creativa que no cuela. Una lista donde, naturalmente, no constan las que ya se quedó la Iglesia Cristiana Católica a partir de 1940 y durante el franquismo.
Pero, una vez más, el dedo nos señala la luna y miramos el dedo. Porque aquí el tema no es que el famoso certificado de dominio sea un reconocimiento de autopropiedad donde "ellos se lo guisan, ellos se lo comen" y que en ningún caso demuestra que realmente sean los titulares de las propiedades. Ni tampoco lo son estas reaparecidas 502 fincas rústicas y 151 urbanas, los 179 lugares de culto, las 98 viviendas y los 28 cementerios (incluso se pillan cementerios que no son suyos, increíble). Ni que un estudio hecho por la Generalitat pruebe que entre 1946 y el 2015 en Catalunya la Iglesia Cristiana Católica registró indebidamente a su nombre 3.722 propiedades. No, no, la cuestión es lo que está enterrado bajo el silencio del desconocimiento y el oscurantismo.
Esta mañana he visitado una finca de unas cuantas hectáreas situada en la Catalunya interior y que unos señores muy ricos dejaron hace muuchos años a la Iglesia mediante un testamento donde había tres condiciones. Si no se cumplían, los propietarios dejaron escrito que implicaba la extinción del documento y que la propiedad pasaba a unos herederos designados o a sus descendientes. A saber, que: 1/ la casa sirviera como vivienda para acoger curas jubilados, 2/ la finca estuviera cuidada y en condiciones y 3/ periódicamente se hicieran misas en la ermita existente en los terrenos.
Pues bien, nunca se ha cumplido ninguno de los requisitos. Ni uno. Las tierras están dejadas y en el bosque hay miles de ramas cortadas y abandonadas que son una magnifica pira para un incendio forestal. En la ermita no se hacen misses, por descontado, pero es que no se pueden hacer porque ha caído la mitad del techo. Ah, y el trozo más grande que queda de la lapida de la tumba donde están los restos de la familia de antiguos propietarios debe hacer un palmo. Y la casa... Bueno, está en un estado tal que no se instalan ni okupas.
Una persona que ofreció comprar la finca me ha explicado que el obispado correspondiente le dijo "nosotros no vendemos". No, claro, qué narices tienen que vender si aquello técnicamente no es suyo ya que han incumplido absolutamente todas las condiciones acordadas. El problema es que no hay nadie que los fiscalice. No hay nadie que se mire los documentos y observe que "los propietarios" están incumpliendo la ley, en este caso un testamento. Y no hay nadie que compruebe las maniobras que el Obispado en cuestión ha hecho, presuntamente, en el registro para "tapar" estas flagrantes ilegalidades.
Sí, sí, oficialmente la Iglesia Cristiana Católica ha registrado indebidamente a su nombre 3.722 fincas pero, ¿y las que ha heredado con unas ciertas condiciones que no cumple y que se está permitiendo que se estropeen por dejadez?