Sí, oficialmente estoy de vacaciones, pero mi espíritu está en RAC1. Y parte de mi cuerpo también. De guardia. Siempre a punto. Siempre dispuesto a enzarzarme al micro y, en cualquier hora del día o de la noche y cualquier día de la semana de cualquier mes del año, hacer un programa especial que puede empezar en cualquier momento y que puede acabar vaya usted a saber cuando. Puede ser un atentado, un incendio, un referéndum, unas elecciones donde esté, la Diada, la lotería, un gatito en un árbol... Basté siempre está. Y conmigo, mi equipo, de quienes siempre hablo bien y a quienes nunca riño por antena, cosa que otros no pueden decir.
Los que me conocen, o sea, los que me escuchan desde hace años, saben que esta hiperactividad es fruto de mi padre radiofónico, el Butano, José María García. Él convirtió en espectáculo radiofónico una carrera ciclista, la cosa menos radiofónica del mundo y yo he hecho lo mismo con la política. Conmigo el Procés tiene otro ritmo, tiene una épica, como de partido del Barça en el minuto 30 de la segunda parte perdiendo 2-0 y atacando para remontar. Quizás algún día, alguien, estudiará cómo habrían sido las cosas si yo no hubiera estado realizando el programa más escuchado a Catalunya durante los días más efervescentes del Procés.
Por lo tanto, mi magazine de radio 2.0 es más fruto de los que hacían Butano o Del Olmo que de los del Cuní y Bassas. A pesar de que yo estuve 22 años en Catalunya Radio, mi ADN es el de la radio Juventud donde empecé a charlar por antena a los 10 años. Y esta herencia se nota en mi afición por realizar el programa fuera de los estudios, como del Olmo, con público y en cualquier lugar. Por extraño que sea (el sitio, no el público). El mejor ejemplo es el especial de Navidad en el Palau de la Música, una adaptación de aquellos programas de radio de una época en que también había partidos de fútbol entre periodistas, cantantes y artistas en general.
Y, sí, soy excesivo. Y a veces me hago pesado, pero es parte del personaje real, el que la parodia sitúa siempre con el móvil en la mano y soltando los adjetivos más rotundos a gran velocidad. Soy así y eso me permite romper la barrera con los oyentes. Por eso me sienten próximo, como uno de ellos. Vacío de vanidad y de petulancia. No estoy en el otro lado de la radio, sino con ellos en el coche, en casa o en el trabajo.
Y quizás es este sentido del show el que me hace aplicar en primera persona aquello de "que no se detenga el espectáculo". Y el espectáculo Basté continúa en verano aunque no haga radio. El año pasado escribiendo una serie para La Vanguardia sobre sitios donde se han filmado películas españolas. Este año cubriendo los JJOO. Cine y deporte, mi vida personal y profesional resumida en dos palabras.
Cine por parte de mi abuelo, que era el proyectista del cine Unión del barrio de Horta de BCN, donde le ayudaba a colocar las bobinas de las películas (¿entiende ahora por qué en el programa hablo de cine siempre que puedo? Así que siempre que puedo voy a hacer el programa en el festival de Sitges, un homenaje quizás inconsciente a mi madre, fan absoluta del género de terror). Y deporte por parte de mí mismo. Fue mi trabajo durante muchos años. Y aún controlo el tema. Más de lo que algunos imaginan.
Siempre sin estarme quieto. Sin freno. Seis horas diarias en antena, dando clase por las tardes, cenando con colegas hasta tarde, durmiendo tan poco que no le doy al despertador ni la oportunidad de sonar... Y marcando la agenda del resto de medios.
Y todo el mundo preguntándome: ¿hasta cuando, Basté? Y yo contesto que no lo sé. Y no sé si de verdad todavía no lo sé o si ya lo tengo decidido. Quizás un día haré el clic, veré que Clapés debe ser mi sustituto para que efectúe la nueva renovación del formato matinal de los magazines y yo lo escucharé todo desde la corresponsalía en Nueva York. Encuentro que sería un final exceeels...