Juro o prometo que lo intento. Pero no salgo adelante. Voy viendo decisiones de la justicia, me propongo entenderlas... y nada. De nada. No hay manera. Decisiones políticas y de las otras. Que también hay de que darles de comer a parte..
Dejaré estar las ya comentadas en otros momentos, en general, las comentadas en particular, como en los casos Sandro Rosell, Tamara Carrasco y Ahmed Tommouhi y me centraré sólo en dos cuestiones de las últimas 24 horas que vuelven a tropezar con la misma montaña de siempre. Y son la candidatura de Carles Puigdemont a las europeas y la libertad de Joaquín Benítez.
La Junta Electoral Central (JEC), el Supremo y dos juzgados de lo Contencioso Administrativo, con la Fiscalía por allí en medio, se han ido pasando la cabeza del President en el exilio como si fuera una sandía en un mercado. Y como que ahora Casado quiere llevar el tema al Constitucional, pues ya estaremos todos. Y todas. ¡Tuya! No, no... ¡es tuya! ¡No, ahora es del otro! Insisto, es tuya. ¡No, cuelga tú! ¡No tú primero!
Mire que me esfuerzo, pero no entiendo nada. Y no, no hablo del fondo, 100% previsible porque es aquello del "Todo por la Patria" convertido en "Todo por la Tapia". Hablo de la imagen que ofrecen. ¿Allí dentro nadie vio que la decisión de la JEC estaba condenada al fracaso desde el primer segundo porque tenía votos particulares del presidente y el vicepresidente de la institución? ¿Nadie valoró la imagen que transmitirían? Sobre todo en Bruselas. ¿Y nadie vio que no era muy buena idea tener la perdiz durante un par de días con una sobredosis de biodraminas para intentar que la criatura superara el mareo?
Seguramente sí. Seguramente lo vieron todos. Y todas. Pero son el escorpión que acaba picando a la rana que los ayuda a cruzar el río, sabiendo que hacerlo será el fin de los dos porque la corriente se los llevará. La cuestión es que en este caso, la rana siempre se ahoga y el escorpión tiene una red que lo protege. Porque aquí a los escorpiones nunca les pasa nada.
Y para rematarlo, hoy el caso Benítez. Este señor ha sido condenado (ojo, CON-DE-NA-DO) a 21 años y nueve meses de prisión por abusar sexualmente de cuatro menores. Y este señor no está en prisión. No, este señor está en su casa y en libertad provisional desde febrero del 2016. ¡Hace TRES AÑOS! Y de vez en cuando se pone un pasamontañas en la cabeza y se dedica a entrar y salir de la Audiencia de BCN como si participara en una carrera popular.
Benítez espera a ver qué sucede con los recursos que ha presentado su defensa, como los esperan los del caso La Manada y los del caso Blanquerna. Y mientras, todo el mundo en casa. En cambio, el ya citado Rosell se comió dos años en chirona por la cara y pronto hará un año y medio año que se la comen una presidenta del Parlament, un vicepresidente del Govern, varios consellers y dos líderes de entidades civiles.
Y yo lo intento, eh... pero no, no entiendo nada. Bien, o sí. Quizás lo entiendo demasiado. ¿Y ahora no hace falta que le repita la metáfora del escorpión y la rana, verdad?