Sucedió el pasado 29 de noviembre en el acto de entrega de despachos de los nuevos jueces celebrado en el Auditori de BCN y lo publica María Peral en El Español. Y sucedió en presencia del Rey, de autoridades diversas y de toda la cúpula judicial española. El ceremonial de este tipo de actos está muy tasado y se trata de que la nueva promoción salida de la Escuela Judicial de Vallvidrera reciba de manera oficial su título de manos de alguno de los popes que asisten. Vaya, aquello que siempre hemos visto: 1/ los nuevos jueces suben al escenario de nueve en nueve, 2/ se sitúan delante de una de las autoridades que les toca, que naturalmente son nueve, 3/ la autoridad correspondiente le da el papelito a la persona que tiene delante, 4/ uno y otro se dan la mano e intercambian unas palabras de cortesía ―por aquello de las fotos y tal― y 5/ los nueve alumnos se van y pasan los nueve siguientes, hasta que acaban pasando todos. Y listos. Pues bien, esta vez, visualmente fue así, pero en la realidad no.
Una de las nuevas juezas lo ha denunciado en un escrito dirigido al Consejo General del Poder Judicial. Allí les explica que una semana antes del acto comunicó a la escuela que había sufrido "un contratiempo de salud", con lo cual no podría asistir a la ceremonia y pedía que su despacho fuera recogido por una compañera de su promoción. Y añadía que si eso no era posible, se lo enviaran a su casa. La respuesta fue que se lo estudiarían y ya le dirían el qué. Pero fueron pasando las jornadas y nadie abrió boca. Hasta que llegó el día en cuestión y la jueza ausente recibió un mensaje de la compañera que ella había designado para recoger el despacho en el que le comunicaba que la organización le había hecho saber que "por razones de protocolo" habían buscado a otra persona, eso sí, que se parecía a ella.
La jueza que estaba en su casa no daba crédito a lo que le explicaban y a toda prisa envió un correo electrónico comunicando que en ningún caso autorizaba que una persona que no sabía ni quién era se hiciera pasar por ella. Posteriormente, consiguió hablar con una de las organizadoras, que identifica como "la señora E", y le reiteró su negativa a permitir esta situación. ¿Respuesta? El protocolo exige que suba alguien a recoger el papelito y, como no ha avisado con la suficiente antelación, hay una autoridad ya designada para dar el despacho y ahora tiene que darlo. Pero espérese, que si hasta ahora todo era marciano, ahora entramos directamente en el centro mismo de Raticulín... Le dicen que no sufra porque han buscado a una persona "de edad similar a la suya y de padres gallegos, como los suyos". ¡SEN-SA-CI-O-NAL!
La jueza insistió en no autorizar este disparate porque era "absurdo" y sobre todo porque estaban poniendo el protocolo por delante de su voluntad. No hubo manera. Y así fue como desde su casa vio una ceremonia oficial donde decían su nombre y en vez de ella aparecía una persona que cuatro meses después todavía ahora no sabe quién es, recogía su despacho como si fuera ella y se iba tan feliz. Ah, por cierto, la jueza que nos ocupa está felizmente recuperada, pero ni tiene su título oficial, ni sabe quién lo tiene, ni sabe dónde está. Y nadie lo sabe.
La organización insiste en que no fue avisada el tiempo necesario, que los actos con el Rey tienen un protocolo muy estricto y que otras veces que ha sucedido un hecho parecido lo han resuelto de esta manera y no ha pasado nada. En cambio, fuentes del CGPJ consideran que si en una de las tandas de nueve alumnos, hubiera quedado alguna autoridad sin dar despacho, no hubiera pasado nada. Sobre todo porque en otra edición quedó una tanda de 7 alumnos y las dos personas de la punta se quedaron sin entregar y, oiga, sin problemas.
El caso puede provocar la risa y parece muy menor, pero creo que es muy preocupante. Oiga, es que por una cuestión de "hacer bonito" han suplantado la identidad de una persona que, además, es jueza. Y lo han hecho ante el efe del estado y la cúpula judicial con alguien que ni la propia interesada sabe quién es, aparte que sus padres son gallegos, como los suyos. ¡DE-LI-RAN-TE!