La Vanguardia ha conseguido que el artículo de hoy de Gregorio Morán sea uno de los más leídos de la carrera de este autor. Pero el mérito es que lo ha conseguido sin haberlo publicado. Sí, porque "Los medios del Movimiento Nacional" tenía que aparecer en la edición de papel de La Vanguardia de este sábado y la dirección del diario ha considerado que el contenido no era el adecuado.
Pero en el siglo XXI, a diferencia del siglo pasado, es imposible parar un texto o unas imágenes. Y si tú quieres que la gente no lea o vea una cosa, centenares de personas que no tenían previsto leer o ver aquello, por el solo hecho de estar prohibido, se lanzan a consumirla por cualquier rincón de la red. Y así ha sido como Gregorio Morán se ha convertido durante todo el día una de las etiquetas más seguidas en twitter y como su artículo ha pasado de mano en mano. O sea, un artículo que habría levantado una cierta polvareda, pero qué habría sido leído por una reducida cifra de personas, ahora resulta que lo ha leído todo el mundo y quien lo ha censurado, además, ahora se tiene que comer un montón de críticas. Críticas, por cierto, que la mayoría van dirigidas al Gobierno catalán y al mundo indepe, a quien se les dice de todo por la censura de la pieza, olvidando que la decisión la ha tomado una empresa privada que si preguntas a la gente por su imagen, no la relaciona precisamente con el mundo indepe.
Sin embargo, una novedad interesante de lo que ha sucedido hoy es que el artículo censurado no sólo lo ha hecho correr la gente sino que lo han publicado medios que son competencia de La Vanguardia. Por ejemplo, El Periódico. Esta es la captura de su página web que, de paso, sirve para que usted, si quiere, lea el famoso artículo. Bien, si es que no lo ha hecho ya:
Hasta aquí los hechos. Ahora la opinión. El artículo demuestra que hay gente a quien el Procés ha acabado de trastocarlos. Hay gente con graves problemas mentales que se refugian en sectas o en paraciencias que todo lo curan, o que defienden ideologías totalitarias que pretenden redimir el mundo o que se instalan en una superioridad moral intelectual que les permite vivir (y muy bien) como el Pepito Grillo de los pobres mortales como usted y como yo. Pues bien, algunos de estos personajes han aprovechado el Procés para tener alguna cosa contra la que luchar, contra la cual poder enfadarse cuando ya no les quedaba nada para poder enfadarse. Y, además, lo hacen insultando mucho. Y faltando mucho al respeto (claro, son tan superiores). Sin darse cuenta de que se han convertido en la mujer barbuda o en el hombre que lo tenía todo doble. Son atracciones de feria decadente. Son el circo con los leones sin dientes y los elefantes que lloran cuando se dan cuenta de donde están.
Allá ellos si tienen que verter su perenne frustración en un mal humor maleducado, pero que dejen en paz a la gente que quiere debatir opiniones opuestas pero desde los argumentos, más o menos vehementes a veces, más o menos demagógicas otras veces, pero que discuten desde la sinceridad de sus planteamientos, no para compensar que hace muchos años que tienen el corazón y la sangre agriados. Es necesario pensar diferente y es indispensable discrepar, pero serenamente y, sobre todo, sereno.
Y los que aprovechan la censura de hoy para el bla, bla, bla, habitual de que esto es un estado totalitario, una dictadura y la mandanga, una pequeña pregunta: ¿cuando el mismo diario que ha censurado Morán censuró a Albert Sánchez Piñol, donde estaban? ¿Qué dijeron? ¿Cuál fue su indignación? ¿O, qué pasa, que si el censurado es un puto indepe entonces los grandes defensores de la libertad callan? Un artículo censurado aquel, por cierto, que hablaba del señor Zarzalejos, articulista estrella de un medio que hoy ha publicado el artículo de Morán en lugar preferente pero que olvidó publicar este artículo de Sánchez Piñol que acto seguido le reproduzco:
"Como muchos ya debéis saber, últimamente he mantenido ciertas discrepancias con la dirección de La Vanguardia. Mis dos últimos artículos han sido rehusados. Eso, y otras cuestiones, me han hecho tomar la decisión de dejar de colaborar con el diario. En cualquier caso me sabría mal que mi último artículo no viera la luz, de manera que lo cuelgo al Facebook para que lo lea quien quiera y lo publique libremente cualquier medio que así lo desee:
Zarzalejos, lejos, lejos
«¿Puede haber algo más cargante, más asqueante y más digno de animadversión que los artículos del señor José Antonio Zarzalejos? Pase lo qué pase en el mundo, el señor Zarzalejos dedicará todas y cada una de sus piezas periodísticas a atacar, infamar y vituperar el proceso soberanista.
Lo que acaba resultando insufrible no son tanto las opiniones expuestas como la reiterada idiotez de los argumentos; la insidiosa canción del enfadoso contra Artur Mas, obtusa y sin duda contraproducente, porque el acoso monomaníaco haría parecer simpático al mismo Barrabás. El tono de estratega de salón, de domador de pulgas. Los razonamientos alienígenas. Las ínfulas baratas.
Seamos justos: la prosa zarzalejiana no es exaltada ni iracunda; ni es estulticia furibunda ni abunda en insensateces, pero sufre un mal mucho peor, un mal imperdonable en un hombre que va de periodista de élite: es de laboratorio. Los catalanes de quienes habla diríais que son moléculas enfocadas por un microscopio. Y cuando nuestro insigne exdirector del ABC alega un sincerísimo amor por Catalunya, este sentimiento es tan creíble como inmodificable: él nos amará siempre que los catalanes sean aquello que él exige que sean: que no lo sean.
En Madrid la política es cosa de gabinete. Para las élites españolas, la calle no existe. Sólo hay sedes, cúpulas y ministerios. Tan sólo un mundo como el aznariano podía ser capaz de crear el vocablo pancartero. Y Zarzalejos viene de este mundo. Por lo tanto, que la mirada zarzalejiana intente valorar el Procés es como pedir a un daltoniano que nos describa el Arco Iris.
¿Cuántos secesionistas debe haber convertido a la fe unionista, el señor Zarzalejos? La pregunta es irrelevante. En una cierta ocasión me encontraba en una remota ciudad del Congo donde sólo había dos blancos: yo y un viejo misionero belga. Recuerdo que le pregunté, de la manera más delicada posible: '¿Está seguro que las ideas religiosas del millón de personas que nos rodean son perfectamente erróneas y en cambio las suyas, que no mantiene nadie más que usted, son verdades de una abrumadora perfección, incuestionables y superiores'? Respuesta: 'Por descontado'. La pregunta siguiente fue cuántos africanos había convertido a la fe apostólica y romana en treinta años de misión. 'Ah, no, eso no', confesó, todo satisfecho: 'Ninguno ni uno'. Lo que importaba era el apostolado.
Pero volvamos a la cuestión del principio: ¿tendríamos que encontrar odioso José Antonio Zarzalejos, o al menos sus artículos fútiles y vocingleros, sus estrépitos de ideólogo arcaico y periclitado?
En un relato autobiográfico, Hermann Hesse explica que se recluyó en un balneario para superar una crisis nerviosa. Todo va bien hasta que en la habitación contigua se instala un cliente holandés, impertinente y panzudo, que le convierte la estancia en un infierno. Sólo los separa un leve tabique, y el holandés arrastra muebles, sus risotadas son escandalosas. Su cama chirría y relincha, abronca a la mujer con unos aullidos guturales. Más que toser, muge. Hesse no puede más. ¡Y había acudido al balneario para superar un estado depresivo! Pero entonces se hace una pregunta mágica: ¿y si por un instante, sólo uno, sustituyo el odio por la conmiseración? Hesse intenta visualizar el holandés cuando era pequeño, sus frustraciones, sus penas. Toda su vida. Intenta imaginar qué dolor profundo lo había llevado al balneario. La madrugada siguiente, Hesse ya se mira su vecino de otra manera. Comulga con su sufrimiento. Lo estima. ¿Podríamos hacer lo mismo con Zarzalejos? A ver.
Dicen del joven Churchill que la primera vez que ocupó un escaño, sentado al lado de un viejo parlamentario de su mismo partido, miró las filas rivales y exclamó: ¡'Ahahá! ¡De manera que estos son nuestros enemigos'! (Recordamos que el parlamento inglés no es un hemiciclo, es un rectángulo: los grupos opuestos se sientan cara a cara). Y el veterano diputado le contesta: 'No, joven, no; los de aquí delante son nuestros adversarios. El enemigo se sienta detrás nuestro'.
Al pobre José Antonio Zarzalejos le pasa lo mismo. Decir que su gente lo apaleó sería quedarse corto. Fue triturado, descuartizado, aniquilado en varias pugnas de estas de gabinete, tan madrileñas que las moléculas, no entienden. (Y que les importan un rábano, además). ¿Cómo nos puede resultar odioso un hombre que ha sufrido el ataque cavernario desde todos sus frentes? Yo no sabía que la cosa fuera tan salvaje hasta que leí una sentencia en que el juez condenaba Jiménez Losantos por haber difamado a Zarzalejos. Durante más de un año, por lo visto, Losantos había utilizado su micrófono para dedicarle los epítetos siguientes: calvorotas (sic), mentiroso, traidor, sicario, embustero, bobo, analfabeto funcional, inútil, zote, zoquete, fracasado, pobre diablo, pobre enfermo, nulidad, ruindad, pésimo director, director incompetente, ignorante, escobilla para los restos, Zanzalejos (sic), Carcalejos (sic) y, para acabar de rematarlo, despojo intelectual y detritus humano. Amén.
Muy bien: lo amaremos. Un poquito, cuando menos. Pero por favor, que se nos concedan dos gracias. Primera: que, antes de mugir que en Catalunya vivimos un 'ambiente crispado', lea en voz alta las sentencias de sus batallitas intestinas. Y segunda: en lugar de darnos tanto la lata, ¿no se podría dedicar un poco más a sus enemigos?
Albert Sánchez Piñol"
Mentir a propósito está de moda (y no pasa nada)
Primero vino la interpretación de las cosas. Yo, medio de comunicación, me dirijo a un cierto público y publico lo que este público quiere leer. Y si hace falta forzar un poquito la realidad, explicar sólo una parte o "vestirla" a gusto del consumidor, pues adelante que hace bajada. ¿Usted quiere blanco? Yo lo ofrezco blanco, aunque la verdad sea verde.
Después, con la llegada de la guerra por los clics, con esto no fue suficiente. Sí, había que convertir el verde en blanco, pero también había que incentivar el consumo de este verde teñido de blanco estableciendo mecanismos para que la gente no pudiera resistirse a nuestro blanco frente el blanco de mi competencia. Y aquí nació el clikbait: "Usted se quedará de pasta de boniato cuando sepa que..., "No se creerá lo que verá cuando...", "Pasó lo que nadie esperaba y entonces..." y, etc, etc, etc.
Y, finalmente, hemos entrado, y por la puerta grande, a ofrecer la mentira sin ninguna manía. Observe este tuit:
Haciendo caso de lo que se nos dice en el texto, queda lo bastante claro que Julio Iglesias ha concedido una entrevista a La Razón. Y en esta entrevista Iglesias habla, justamente, de su última presunta paternidad, que ha sido uno de los temas que los últimos días han generado más horas y más espacio de información. Lógicamente, ávidos de información comoestamos sobre este Julio campeón (que no es nada más que un ejemplo más de machismo sociológico), corremos a clicar la noticia para saber que ha dicho exactamente este buen hombre. Y, cuando lo hacemos, nos encontramos con eso que verá y que un servidor ha subrayado en negro:
Fíjese... resulta que Jesús María Amilibia (pongo en antecedentes a los más jóvenes diciendo que es un veterano periodista que lo rompía mucho en la España de la transición) se sentó consigo mismo y se hizo una serie de preguntas como si fuera Julio Iglesias. Y se las respondió. Pero sin serlo. Y una de las supuestas respuestas sirvió para promocionar una entrevista que nunca existió, pero que se vendió como cierta. SEN-SA-CIO-NAL.
Pero, ya que estamos, mirémonos la entrevista entera, a ver qué otras grandes afirmaciones de mentira hace el cantante:
Total, una fijación enfermiza por Pablo Iglesias, la banalización del uso del preservativo, un chiste muy malo y muy machista contra Inés Arrimadas y la típica descalificación del independentismo. Nada nuevo para un personaje de pasado turbio que ahora vive de hacer bromitas de nivel Jordi LP. Y, lo que es peor: ¡sin avisar!
Buena cocina
La gracia de cocinarle una paella al rey emérito y a su hija mayor, la Infanta Helena, es poder explicarlo después. Y eso es lo que ha hecho Arévalo, famoso gracias a sus chistes de "mariquitas y gangosos". Bien, y ahora famoso también gracias a sus paellas. Con el arroz al punto.
Pero, ya se sabe, la gente es muy mala y no perdonan la felicidad y las amistades ajenas que muestras en twitter. Y las hostias le cayeron con la mano abierta. Tanto, que Arévalo tuvo que borrar el tuit, pero mantuvo los publicadas a continuación de que estallara la polémica:
Pero para mí, el gran tema de la foto no es este sino dos preguntas inquietantes paralas cuales todavía no he encontrado respuesta y que quizás usted me podrá iluminar. Por favor, vuelva a mirarse la foto de la paella y dígame...
1/ todo el mundo mira a cámara menos su emérita majestad. ¿Dónde mira él? ¿Y, qué mira?
2/ ¿dónde está el arroz? Si haces publicidad de que lo has hecho al punto, ¿al menos énseñalo, no?
Un titular para ir diciendo adiós
Como llega el verano y eso quiere decir el final de muchas cosas, aunque sea poun tiempo, creo que la mejor manera de afrontar la avalancha mediática que nos caerá (sí o sí) es protegernos escondidos detrás de un titular como este:
¡Y, dicho esto, hasta pronto!