Ha sucedido delante de nuestras narices. En directo. Si tuviéramos que ponerle un titular, podría ser: "Después de muerto Pascual, a AstraZeneca les llevan el orinal". ¿Por qué? Porque en cinco días hemos pasado del "todos los que se pinchen esta vacuna tendrán un ataque de trombosis cósmica fulminante" a un "adelante con la vacuna, que no pasa nada" y, si pasa, tenemos que saber qué tenemos que hacer. Eso sí que es radicalidad y no nombrar responsable de la Conselleria de Interior a alguien de la CUP. El problema es que en esta colada, la de la vacuna no la de la CUP en Interior, no sólo hemos perdido una sábana, sino el juego de cama entero, las almohadas, el colchón y se nos ha estropeado la lavadora. Y ya veremos si la podemos arreglar. ¿Podrían haberlo hecho peor? Sí. Como comprobamos cada día, todo es susceptible de empeorar, pero en este caso me temo que es muuuy difícil. ¿Repasamos qué ha sucedido?

Aparecieron unos casos muy puntuales, y muy poco significativos estadísticamente, de personas que habían recibido la vacuna y que habían tenido problemas vasculares. Pero en ningún caso quedó demostrada una relación causa-efecto. Y no lo digo yo, hace días lo defienden un montón de expertos que sí saben del tema y desde la prudencia más absoluta. O sea, aquí lo que sucedió es que saliendo de vacunarse, en una le cayó un tiesto y le abrió la cabeza y otro tropezó con un árbol, cayó y se rompió los ligamentos. Y empezó a correr, descontroladamente y a una velocidad típica de final del primer cuarto del siglo XXI, que las vacunas te abrían la cabeza y te rompían la rodilla.

Pero, como que estamos en manos de insensatos, pero no del todo, decidieron mirárselo a ver si realmente las vacunas de AstraZeneca provocaban estos efectos o no. Y hoy, hemos tenido la respuesta. Y ha resultado que el número de trombos provocados no es superior al que se detectan en la población no vacunada. A partir de aquí, los gobiernos europeos que corrieron a crear el pánico y se dieron 15 días de margen, se lo han repensado y mañana mismo empiezan a levantar la moratoria. Se ha acabado el famoso caso de la vacuna que te hacía aparecer una tercera oreja en la parte posterior de la rodilla. Ahora bien, ¿le parece que hagamos como los incendios forestales y vamos a buscar donde y como empezó el fuego?

Dudo mucho que la chispa la provocara un periodista a quien se le encendió una lucecita y decidió cruzar datos de casos de un cierto tipo de trombos concretos con personas vacunadas, justamente, por la patente más barata por dosis y la que, casualmente, tiene el origen en la Gran Bretaña del Brexit. ¿Podría ser? Sí, pero usted y yo ya nos afeitamos, nos depilamos o ninguna de las dos cosas y sabemos de dónde vienen los niños. Y las niñas. Y como que nos han enseñado a pensar mal, usted y yo sospechamos que alguien de algún estamento oficial y con acceso a mucha información estableció la relación entre trombos y AstraZeneca a partir de unos pocos casos. Y lo disparó. O bien para dar un toque de atención a la farmacéutica, o bien para desviar el debate sobre la falta de suministro a Europa de unas vacunas que Europa ha financiado con dinero público. Y los medios de comunicación, que necesitamos carne fresca permanentemente para tener clics y audiencia, hinchamos el globo en un pim-pam.

El problema, grave, es que esta maniobra política ha hecho un daño terrible a la credibilidad de las vacunas. Y estos boomerangs, cuando vuelven, son muy difíciles de controlar.