Primera previa: Nadie debería ir a prisión por la letra de una canción. NADIE. Por muy violenta o mala que sea la letra y el cantante que la interpreta o la perpetra.
Segunda previa: Para alguien pueden ser "apología del terrorismo" las letras de un rapero y para alguien más puede ser mucho más grave atentar contra la memoria de las víctimas del terrorismo usándolas en beneficio político propio o regando abundantemente de subvenciones a los familiares de según qué víctimas y olvidando totalmente a la mayoría. ¿Qué hiere más? ¿Qué provoca más dolor? Pues pregunte, pregunte, a las víctimas olvidadas.
Tercera previa: Malo cuando una monarquía tiene que protegerse de las críticas de sus súbditos enviándolos a la prisión. Y más cuando las críticas están basadas en hechos ciertos y probados.
Cuarta previa: España es aquel estado donde un militar puede decir que habría que fusilar a 26 millones de hijos de puta, refiriéndose a los españoles que no tienen ideas fascistas como las suyas, y no pasa nada. DE NADA. Nunca. Porque en España, dependiendo de lo que pienses, nunca te pasará nada. Se llama la impunidad de los que ganaron la guerra. Todavía hoy.
Quinta previa: Cuando un Estado que se llama democrático se cree tan atacado que para defenderse tiene que enviar a la prisión a los cantantes, tiene que acusar de terrorismo a los que cortan autopistas y tiene que destruir la vida del disidente aplastándolo policialmente y judicial, este Estado tiene que ponerse en manos de especialistas. Concretamente en especialistas de la democracia.
Y sexta previa: Ninguna democracia homologable envía cantantes a prisión. España sí. Como dijo ayer Lluís Llach en el FAQS de TV3, eso no sucedió ni durante el franquismo.
Hechas las previas, le recuerdo que Pablo Hasél es un rapero que en breve entrará a prisión, en contra del criterio de la Fiscalía, para cumplir una condena de nueve meses a la que fue condenado por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la monarquía. Delirante. Ahir Hasél, nombre artístico de Pablo Rivadulla, fue el FAQS. Y dijo una cosa que me sorprendió y con la cual no estoy nada de acuerdo. Pero como defiendo que es posible andar y masticar chiclé a la vez, de aquí las seis previas. ¿Y qué dijo? "Yo no creo en la libertad de expresión para todo el mundo. Yo no creo en la libertad de expresión para el fascismo. Yo lucho por un modelo de estado en que el fascismo sea totalmente ilegalizado".
Vamos mal cuando tú defiendes tu libertad de expresión y se la niegas a los antagónicos. Por mucho que lo sean. ¿Por qué tú puedes decir lo que consideres oportuno sin ningún límite y los otros no? ¿Eso, quién lo decide? ¿Tú? Claro, porque por el mismo motivo, los otros pueden exigir lo mismo y negarte la posibilidad de expresarte con el argumento de que el fascista eres tú. ¿Y eso no sería justo, verdad? ¿El fascismo ataca verbalmente minorías? Sí. Pues cuando eso pasa vamos a la cuarta previa y les aplicamos la ley, ¿no? Pero junto con la libertad de expresión hay otros derechos fundamentales com el de la información, que supongo que también lo defendemos, ¿no?
Junio del 2016. Universidad de Lleida. Un grupo de personas, entre las cuales Hasél, ocupan el rectorado. Horas después, profesores y trabajadores van hacia el despacho y les exigen que se marchen. Los ocupantes agreden a un cámara de TV3 y a un fotógrafo del diario Segre. El juzgado de lo penal número 1 de Lleida considera probado que Hasél agredió, insultó y roció con un líquido al cámara y lo condena a seis meses de prisión por un delito de lesiones. No tengo ni idea si por pegar a periodistas (o a numismáticos) tienes que ir o no a prisión, pero en este caso, ¿hasta donde llega tu libertad, incluida la de expresión? O mejor dicho, ¿donde acaba? Y la pregunta clave: ¿Qué es fascismo y quien lo decide?