No falla. Si tú le tiras chicha a una olla con agua hirviendo, acabará saliendo un caldo. De la misma manera, si a los ultras les das impunidad, la cosa acabará mal. Para los otros, como es lógico. Y estamos yendo para allá. De cabeza. Cada día damos un pasito más y algunos hacemos un triple salto mortal con doble tirabuzón. Sobre todo mortal. Hasta el momento en que quien quiera, si quiere, lo pare. Pero me temo que quien puede, no sólo no quiere sino que va con un camión de gasolina bajo el brazo y va paseándose por los incendios.
Pero la culpa es nuestra. De usted y mia. Mire que nos costaría poco ser de extrema derecha españolista y camparla como nos apeteciera sabiendo que no nos pasaría nada. ¿Se lo imagina? Entraríamos a la Blanquerna de Madrid, por ejemplo, la quemaríamos entera (y si dentro hay alguien, mala suerte -para quien fuera, claro-), con las cenizas nos dibujaríamos una cruz gamada en las nalgas y a casa a cenar, a ver si con suerte la mamá nos ha preparado unos macarrones y pollo rebozadito.
Si usted y yo fuéramos miembros de la ultraderecha españolista nos pasaríamos el día tratando de enfermos y de seres inferiores a todos los que se incluyen en el concepto-colectivo LGTBI+. Y los consideraríamos una lacra que merece nuestro desprecio y censura. Y conseguiríamos crear en una parte de la sociedad un estado de opinión favorable a la agresión a cualquiera de sus miembros. Y si gracias a nosotros algún trozo de carne con ojos se creyera legitimado para apalear e incluso asesinar a una persona a golpes por su condición sexual, entonces disimularíamos. Haríamos aquello tan cobarde de los que son tan valientes y diríamos que nosotros no hemos dicho nada. ¿Nosotros? Pobrecitos, pero si estamos todo el día en misa, ¿como quieren que tengamos la culpa de nada!? Por cierto, señor Obispo, ¿esto es un percutor de seis velocidades o es que se alegra de vernos?
Yo, es que ya nos estoy viendo enganchando carteles electorales en el metro diciéndo las barbaridades que nos apetecieran sobre las minorías que nos apetecieran. Y cuando alguien nos dijera que nuestras afirmaciones criminalizadoras, aparte de ser mentira son racistas, haríamos dos cosas: 1/ Invocaríamos la libertad de expresión y 2/ Invocaríamos a la mamá justicia política para que, en vez de macarrones y pollo rebozado, nos cocinara una sentencia que dijera que podemos mentir y que, en medio de valoraciones políticas, nos diera permiso para estigmatizar a quien quisiéramos. Que por eso somos ultras españolistas.
Sobre el punto 1 es esta libertad de expresión que nos permitiría también amenazar públicamente a algún editor de revistas que edita revistas de humor que se meten con nosotros. Y lo haríamos con total impunidad, naturalmente. Porque si quisiéramos acabar en prisión o en el exilio para usar nuestra libertad de expresión -no para amenazar, sino en general-, ya nos habríamos hecho indepes. Que para eso están. Para ir a prisión al exilio o para pagar extorsiones tan descaradas que incluso haría avergonzar la Cosa Nostra, la 'Ndrangheta, la Camorra y la Sacra Corona Unita juntas. Y sobre el punto 2, algún día alguien les dijo a algunos jueces que tenían que salvar a España y la sociedad. Y oiga, no paran. Siempre a favor nuestra, por supuesto. Nuestra de los ultras españolistas que son la chicha que le da sabor al caldo de la impunidad sin fin.