El miércoles, poco antes de empezar la sesión de control al presidente de la Generalitat y al Gobierno, Lluís Llach estaba en el bar del Parlament. Acababa de estallar el caso que nos tuvo entretenidos un ratito, antes de que la actualidad nos volviera a pasar por encima y todo girara como un calcetín. Y, con aquella cara de pillo que hace cerrando los ojos, arrugando el frente y levantando la cabeza, respondía a todo el mundo de que le hacía un comentario sobre el tema diciéndolos: "Yo me quiero ir al Senegal".
Al día siguiente, un diario de Madrit (concepto) recogía en portada el apoyo que recibió del grupo de Junts pel Sí que, después de una respuesta del Presidente Puigdemont al líder del PP Xavier Garcia Albiol, le aplaudió puesto en pie:
Y un diario de BCN recogía el apoyo manifestado públicamente por el President, recibiéndolo en su despacho y posteriormente bajando por la escalera principal, junto con Jordi Turull, hasta el bar del Parlamento para comer juntos:
Si se fija, en los titulares están las palabras "intimidación" y "amenaza" para calificar lo que Llach explicó en varias charlas sobre el Procés. Ahora bien, ¿Llach intimidó o amenazó a los funcionarios? Pues vamos a las fuentes. Ya no digo escuchar directamente la grabación del acto, donde las frases y el tono están en su contexto exacto, sino leer el texto que es el inicio del caso, la información publicada por Cristian Segura en El País y que arrancó la polémica:
Pues mire, lo siento, una vez más mis grandes limitaciones de comprensión lectora y mis evidentes carencias profesionales hacen que me sea imposible encontrar en este texto ninguna intimidación ni amenaza. Se puede estar de acuerdo o no con la Ley de Transitoriedad Jurídica, se puede estar de acuerdo o no con que la Generalitat sancione a los funcionarios que no cumplan la ley catalana o defender o no que el estado sancione los que la cumplan. Eso forma parte del debate político-jurídico. Ahora bien, las intimidaciones y las amenazas no las sé encontrar. En ningún sitio. Culpa mía, por supuesto.
Ah, por cierto y como siempre pasa en estos casos, ha aparecido la ley de analogías de Godwin: "A medida que una discusión se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación con Hitler o los nazis tiende a uno". Y quien dice Hitler, dice Franco:
Terrible esto de twitter... Alguien como Garicano, que pasaba por ser una persona preparada, está dilapidando su imagen y, sobre todo, la de la London School of Economics, que escogió a un individuo como él para ser jefe de departamento. Que nuestro señor los conserve la vista..
¿Quién es quién en el famoso palco del Bernabéu?
Seguramente recuerda las palabras de Gerard Piqué o de Luís Bárcenas sobre el palco del Real Madrid, aquel lugar donde se cuece todo lo que pasa en España. Y lo que no pasa. Madrit (concepto) en estado puro. Pues bien, aprovechando el Madrid-Barça del domingo pasado, El Confidencial hizo una pieza muy oportuna sobre la fauna que habita en este lugar tan famoso.
Y ahora, si tiene un momento disfrute con estas dos fotos que publicaron:
Y ahora, si es tan amable, ponga nombre a la cara que rodea cada numerito:
Bien, pues ya los tiene a todos (y a todas) controlados (y controladas). Ahora sólo falta saber quiénes son todo el resto. Porque, muy conocidos no son, pero si estaban allí era porque son alguien. Y quizás el interés de verdad no es saber quiénes son los otros sino estos...
Paco Marhuenda es inocente
Las grabaciones del caso Lezo parecían indicar que Paco Marhuenda, director de La Razón, multitertuliano y profesor de universidad, había coaccionado a la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. Pues bien, no. No hay caso. Cifuentes negó haber sido presionada y aquí se acabó el tema. La portada de La Razón lo dejó claro:
Y en la pieza publicada en el interior, nos explicaban los detalles:
La cosa, sin embargo, era saber la reacción de los medios rivales, los que cuando estalló el caso mojaron panes de cinco kilos y melindros tamaño familiar. Bien, pues discreción total. Los grandes titulares se convirtieron en titularcillos y el tema ha acabado de traspasar de muerte natural, todo él. Eso sí, antes un titular de aquellos bonitos:
Ciertamente un trabajo fino, fino: primero decir que no es que no hubiera coacciones sino que el caso ha sido archivado, que es una cosa diferente. Y en el titulillo, un remache en forma de "Cifuentes se negara a reconocer los hechos". O sea, no es que no sucedieran, sino que ella se negó a reconocerlos. Sutil. Y elegante...
La culpa es de España (o no)
Seguimos con la Razón. El jueves publicaba una frase atribuida a "la familia Pujol". A toda en bloque:
Pues bien, me quedé tan intrigado por saber de donde había salido esta frase, en qué contexto y donde la dijo la familia, que busqué el origen. Y no lo he encontrado. No ha habido manera. Ni en el ejemplar de aquel día. Ni en el de los días anteriores y posteriores hasta hoy. Ni en La Razón ni en ningún otro medio. Una vez más mis infinitas limitaciones. Si usted sabe donde fué expresada esta frase y tiene la amabilidad, le estaré muy agradecido. Y La Razón, también porque así podrá publicarlo.
Una portada que explica mucho
Le confieso que eso de la fiscalía me tiene fascinado. Y que si lo entendiera, seguramente todavía lo estaría más. Dependiendo del medio, lo que es blanco es negro. Y viceversa. Y entre que todo es muy complicado y que la mayoría de la gente que lo explica se cree que sabemos mucho más de lo que ellos se piensan que sabemos, cada día tienes que dedicar media hora a seguir las novedades, sin ninguna garantía de saber que narices está sucediendo.
Por suerte el ministro de Justicia decidió aclararnos la cosa:
"Cambiaremos la ley para que los fiscales sean independientes" es como si un cocinero dice: "cambiaré el menú de mi local para que la gente no se intoxique". Vaya, que en el caso del cocinero estás reconociendo que intoxicas a la gente y en el del ministro que los fiscales actúan siguiendo órdenes. ¿Feo, no cree?
¿A quién me creo?
Y, para acabar el repaso media de la semana, el clásico ejemplo de una noticia que puede ser como dice un medio o como lo dice otro. El uno diciendo que es A y el otro diciendo que es Z: