Cinco de diciembre de 1990. Camp Nou. Barça y Madrid juegan la supercopa de España. Arbitra Urizar Azpitarte. Los azulgranas pierden 0-1 y Chendo le hace una dura entrada a Hristo Stoitxkov y el azulgrana exagera los efectos. El árbitro no pica y el jugador protesta. Cruyff sale del banquillo y se añade. El árbitro expulsa al entrenador e instantes después nota un fuerte dolor en la parte superior del pie. El búlgaro lo ha pisado. Él sostiene que no lo ha hecho y así lo dice a sus compañeros y a la prensa al final del partido. Y lo dice tan convencido que mucha gente se lo cree, pero las imágenes de la TV lo dejan muy claro. Sí, lo ha pisado.
Años del 2017 al 2021. En este espacio de tiempo el juez español Pablo Llarena intenta una vez y otra conseguir la extradición del President Carles Puigdemont. Son cuatro años de fracasos. Sin descanso. Cada vez más sonados y más evidentes. El último ha sido en el Alguer, pero antes hemos tenido tres retiradas de euroórdenes (TRES) en el último momento para, de esta manera, intentar evitar evidenciar todavía más el ridículo. Hemos tenido también Schleswig-Holstein, la hostia con la mano abierta y balcones a la plaza del ayuntamiento el día del concierto de Fiesta Mayor más bestia que se conoce desde que los dinosaurios iban con pañales. Y, en definitiva, hemos tenido el President y eurodiputado Carles Puigdemont, a los también eurodiputados Toni Comín y Clara Ponsatí y al conseller Lluís Puig paseándose por Bélgica, Alemania, Francia, Dinamarca, Finlandia, Irlanda, Países Bajos, Reino Unido, Suecia, Suiza y ahora Italia. De seguir con este ritmo, pronto será más rápido citar los países europeos por donde NO han pasado todavía.
Pues bien, al llarenismo constitucional le sucede como a Stoitxkov, que todavía hoy niega la realidad y acusa a Urizar Azpitarte de haberse inventado la agresión. No, no, aquello sucedió. Y el llarenismo (constitucional) defiende que la Tierra es plana teniendo delante de las narices una foto del planeta hecha desde el espacio. El problema es que esta persistente tozudez en quedar en evidencia ante las instituciones europeas, la prensa y la opinión pública vale mucho dinero. ¿Cuánto? No se sabe. Pero si que sabemos que es dinero que pagamos usted y yo y que se está malgastando por culpa de la carrera de un señor hacia ninguna parte para intentar demostrar que no, que Stoitxkov no pisó a Urizar.
Los profesionales de la justicia de medio continente pasan vergüenza ajena viendo la obstinación fanática de quien no se cansa de recibir reveses de tipo técnico. Los fiscales y los jueces belgas que han tenido que gestionar las euroórdenes todavía hoy se pellizcan, como se pellizca ahora la fiscal sarda, al ver el nivel demostrado por la justicia política española. Intentos de hacer trampas que todo el mundo ve, traducciones incompletas obviando párrafos a propósito, errores de desconocimiento legal propios de P3 y, sobre todo, no querer aceptar que no, que no puedes pedir extraditar a alguien por un delito que no existe en el país donde presentas la demanda y que queda feo retirarla cuando te la conceden por un delito menor como es la malversación, y resulta que a ti no te conviene porque lo que quieres es empapelar a Puigdemont por sedición, rebelión y por las muertes de la perrita Laika y de Chanquete.
Todo eso vale mucho dinero. Y tiempo. Y el tiempo también es dinero. ¿Hasta cuándo permitirán que continúe este gasto inútil? Oiga, que si quieren seguir insistiendo, ningún problema. Se lo pagan ellos de su bolsillo y listos. Y cuando se cansen, ya nos avisarán. Pero con su dinero.