Años. Y años. Y años. Han sido muchos años de cambiar la hora a finales de marzo y a finales de octubre. Y de preguntarnos aquello de: "¿Y hoy, dormiremos una hora más o menos"?, "¿Y ahora se hará de noche más pronto o más tarde?" y "¿Por la mañana, nos levantaremos un poquito de día o muy de noche"?.
Pero lo peor no era ir zombi por la vida un par o tres de días. Ni tener que cambiar la hora de todos los relojes, porque ayuda mucho que cada vez más dispositivos cambian ellos solitos. Lo peor era oír a los "expertos" aleccionándonos sobre las grandes virtudes de una medida fantástica que nosotros no veíamos por ningún lado y como nos decían que era lógico que no entendiésemos nada porque éramos unos ignorantes.
Y de aquello hemos pasado, como quién dice de la noche a la mañana, a que nos anuncien que se ha acabado aquella medida tan sensacional y maravillosa y que nos permitía ahorrarnos no-se-cuántos millones de euros esterlinos con doble mortal. ¿Por qué? ¿Qué ha sucedido? ¿Ya no sirve para nada? ¿Ya no es una medida tan fantástica como nos decían? Pues no, lo qué ha sucedido es que entre los días 4 y 16 de agosto la UE realizó una encuesta preguntando a los europeos si estaban a favor dónde en contra del cambio de hora y el resultado ha sido que el 84% de los que han participado están hasta las narices de la cosa.
Pero, ¿usted sabía nada de esta encuesta? Un servidor confiesa que ni la más remota idea. Y se supone que por el trabajo al cual me dedico, ¿alguna cosa me tendría que haber llegado, no? Hombre (y mujer), reconozcamos que las fechas escogidas son curiosas. A principios de agosto no sé yo si es el mejor momento para preguntar nada a nadie. Y me temo que las cifras de participación me dan un poquito la razón...
Total, que poco más o menos, un 1% de los europeos han decidido que no les gusta al cambio horario, eso ha puesto en marcha el mecanismo de eliminación de la medida y en un año y medio podría quedar abolida para siempre. Y aquí es cuando no entiendo nada. De nada. Pero oiga, ¿no habíamos quedado en que lo hacíamos porque era una gran medida? ¿No nos decían que era para el bien común? ¿No ahorrábamos tanto? ¿No era tan buena económicamente? ¿Y ahora la dejamos de hacer porque a la gente no le gusta? ¿Pero, qué criterio es este? ¿Dejaremos de hacer una cosa que nos decían que era buenísima porque no le gusta a un 1% de la gente? ¿Y si preguntan por el límite de velocidad en las carreteras y sale que queremos ir a 200, qué, también lo cambiarán?
Y ahora viene la segunda parte de la cosa. Actualmente España se rige por un huso horario que no es el suyo. El dictador admirador de los nazis y del nazismo denominado Franco, que todavía conserva tantos partidarios entre la ciudadanía contemporánea hispana, decidió que Madrid tuviera el horario alemán, cuando por geografía le toca el de Londres y Lisboa. Ahora que Pedro Sánchez exhumará el bacalao que está en el Valle de los Caídos (por España), ¿también exhumará una de sus decisiones más llenas de significado político de connivencia con el nazismo?
Y ahora viene la tercera parte de la cosa y última de momento. A la pregunta de: "¿Con qué participación se tiene que dar por válida una consulta?", ya tenemos respuesta. Según la UE, un 1% decide una cosa que afecta al 99% restante. 4 millones seiscientos mil europeos han escogido que los 505 millones de europeos restantes ya no cambiarán la hora dos veces al año.
Tomamos nota por si algún día a los catalanes nos preguntaran alguna cosa. Aparte de la hora...