Hacía tiempo que no existía tanta unidad entre las diferentes almas del independentismo. Unidad total y absoluta a la hora de estar en desacuerdo total en todo, sí, pero es un gran éxito conseguir un acuerdo sin fisuras a la hora de no entenderse en nada. No es fácil. Y le diré más, eso es una cosa muy difícil. Sí, porque a veces queriendo estar en contra de todo lo que defiende el de al lado puedes llegar a coincidir en algún pequeño detalle. Pero, no, no, aquí estamos ante una unanimidad incondicional en la discrepancia más radical.
Es un desacuerdo total en la estrategia a corto, medio y largo plazo, efectivamente, pero doblando la apuesta. Porque no es que no estén de acuerdo en cómo encarar el futuro, no, es que no están de acuerdo ni en las estrategias compartidas en otros momentos y que nos han llevado hasta la situación actual. ¡O sea, no se ponen de acuerdo ni en el pasado! ¡Ni en cómo pasó ni por qué!
Estamos hablando de un desacuerdo absoluto en la estrategia electoral, en la de pactos, en la de la negociación (tanto en el contenido como con quién negociarlo), en la de las cesiones (o no), en la de cómo afrontar el futuro... Es que para no estar de acuerdo no están de acuerdo ni en cómo llamar a la cosa. Los unos a la estrategia le llaman táctica y los otros plan de futuro.
Y desacuerdo total en cómo leer las decisiones judiciales que van viniendo y que, vaya por donde, resulta que les son favorables (pues fíjese si no). Cuando se hacen públicas todos corren a decir que favorecen a los otros, pero que si lo son es gracias a ellos. Es aquello del "cómo me gusta que te guste cenar en este lugar que he escogido yo adrede para que te gustara y donde estamos comiendo unos platos que he estado cocinando yo desde hace dos días tras haber ido a comprar personalmente todos los productos, por muy caros que fueran, y haber estado más de dos meses escogiendo el menú más apropiado y hasta el último detalle. O sea, estoy contento de que puedas disfrutar de mi gran éxito. Pero no, no hace falta que me agradezcas ser feliz gracias a mí".
Ahora bien, ¿podemos afirmar que la unidad independentista se ha roto para siempre? Pues mire, no. Porque la realidad la hará ir y la hará venir a la realidad como a ella le convenga. Como le convenga a la realidad, claro. Sí, la campaña electoral que se acerca a nuestro país será despiadada y cruel, pero según cuál sea el resultado, las espaldas ahora llenas de puñales se llenarán de abrazos. Como dijo el poeta "eso no es nada personal, sólo es política". Y ya se sabe que en política todo es posible. Y más.
Si no que se lo pregunten a Pedro Sánchez. El pasado 19 de septiembre decía aquello de “Si hubiera aceptado las exigencias de Pablo Iglesias hoy sería presidente del Gobierno. Pero sería un presidente que no dormiría, como el 95% de los españoles, incluidos votantes de Unidas Podemos”. Y el 12 de noviembre firmaba con Pablo Iglesias un acuerdo de gobierno al que hoy le ha dado apoyo una Esquerra que el pasado día 12 de diciembre criticaba el discurso del entonces presidente en funciones diciendo que "parecía escrito por Borrell" y que ya había salido "el Sánchez del 155". O que se lo pregunten al PDeCAT (o JuntsxCat, o como tengamos que llamarlos) que pactó la Diputación de BCN con el PSC.
Y es que al final las urnas son las que hacen y deshacen a los compañeros de cama política. Y a veces sin cambiar las sábanas ni nada.