Mire que he visto cosas lamentables, momentos de mierda infinita, escenas miserables, pero no recuerdo una situación tan incalificablemente repugnante como una que se produjo hace un par de años y que he conocido gracias a la usuaria de twitter @pechosboys, que la colgó hace un par de días en su cuenta. Es esta:
En el original, que ayer empezó a hacerse viral, el vídeo está grabado a cámara lenta y se oye con dificultad, por eso he preferido colgar una captura del tuit donde está transcrito el diálogo. Y, de paso, hacer una captura de la imagen final, que es terrible porque todavía lo empeora todo mucho más:
Cuando lo he visto esta mañana he pensado: tienes que hablar de ello. Pero la verdad es que no sé por dónde empezar. Todo es tan despreciablemente impresentable que estoy desbordado.
Este personaje no es un borracho de absenta durmiendo en la barra de un bar oscuro de barriada decadente de una ciudad fracasada. Este individuo no es un automarginado social ni un desperdicio humano que no sabe ni lo que dice. No, no, este sujeto tiene estudios. Sabe idiomas. Seguro que ha ido a buenas escuelas donde ha estado rodeado de gente con un cierto nivel. Ha tenido una buena alimentación y las neuronas le funcionan con normalidad. Y es diplomático. Diplomático de un país rico. Muy rico. Tan rico como poco democrático. Tan rico como violador de los derechos humanos. Tan rico como generador de individuos como este.
Del momento y del diálogo hay un montón de cosas por comentar, pero todo es tan bestia, tan cruel, tan desmesurado, tan despreciable, tan todo, que todo lo que pueda decir se quedará corto.
Y lo peor de todo, si es que hay un peor en este momento situado más allá del infinito de los peores, es que el trozo de carne con ojos que habla no sólo se cree que hace gracia sino que todos los suyos le ríen la pretendida gracia. O sea, él se marcha de la escena convencido de ser un tipo lleno de ingenio. Él se va como un campeón. Y cuando después se quedó a solas con su equipo, todavía debió quedar más convencido porque seguro que lo felicitaron por la ocurrencia.
De verdad, no sé qué decir ante esta competición de barbaridades que mezcla el uso de una arma que es particularmente cruel con la población civil con la violencia de género, el machismo más primitivo y el derecho que creen tener algunos de poder disponer a su gusto de la vida de los otros. De los otros que son débiles, claro.
Bueno, a ver, también ayuda mucho a tener esta impunidad que ante declaraciones como esta, el resto de países con poder para hacer callar a este señor, callan y otorgan. Porque Arabia Saudí, país de donde el señor del vídeo es embajador, es muy rica. Tan rica como poco democrática. Tan rica como violadora de los derechos humanos. Tan rica que la muy democrática Europa pierde el culito para hacer negocios. Públicos y privados. Y ante un buen negocio, sea público o privado, qué importan unos divertidos comentarios como los de Abdullah Al-Saud, que es el nombre del señor en cuestión.
Para hacer negocios, quien usted y yo sabemos le ríe esta gracia y la que haga falta y todavía añade alguna otra cosecha propia. Por si consigue ser simpático y doblar el negocio.
Público, púbico o privado.