Primer caso. En el buzón de mi casa me encuentro un "aviso de recepción" de correos. Está a nombre de Carlos GF (pongo las iniciales para preservar su identidad). Miro mi DNI (¿qué pone en tu DNI?) y confirmo que Carlos no soy yo. Miro la dirección, por si se han confundido de portal y, sí, la calle es la mía, pero en mi calle no vive nadie con este nombre. Miro el número de la finca y, sí, está cercano al mío, pero justo el número que está escrito en el papel no existe en mi calle. Por lo tanto, han enviado una carta certificada a una dirección que no existe a nombre de una persona que no vive en la zona.
El remitente es "Tráfico", por lo tanto se supone que al pobre señor Carlos GF le pusieron una multa y ahora se la notifican, pero en una dirección que no es la suya. Y eso es terrible, porque dejándome el papel a mí, a la Administración le consta que Carlos ya está avisado, cosa que no es cierta, pero eso sólo lo sé yo, que soy quien lo ha recibido. Conclusión: Carlos pagará recargo y no podrá recurrir la multa. Y encima, no lo sabe. Y vaya usted a saber cuándo lo sabrá y si lo sabrá algún día. ¡SEN-SA-CI-O-NAL!
Segundo caso. A casa de mis padres llega una carta certificada. Es una "provisión de apremio". La portera la acepta y firma pensando que el nombre que aparece es el de ellos y se la da. Es una multa, pero mi padre no tiene coche. Miro a quién va dirigida. La calle y el número son correctos pero no está el piso. Y cuando veo el nombre me quedo a cuadros. El destinatario es el señor Bjorn U (la U es la inicial del apellido). Y lo que ha sucedido es que han confundido Bjorn con Forn, apellido de mi padre, como es fácil de suponer teniendo en cuenta como se llama un servidor.
Miro a ver si puedo saber más cosas del pobre Bjorn y en uno de los apartados de la carta consigo descubrir su dirección real. Por cierto, la calle está en la otra punta de la ciudad. O sea, una multa de aparcamiento que es del 8 de diciembre, se notifica ahora con un recargo del 10% a una dirección que no es correcta, pero que no lo es porque por un motivo relacionado con la magia resulta que en la hoja 1 de la comunicación hay una dirección inexistente que no es la misma que aparece en la hoja dos, que sí es la correcta. Bueno, o eso supongo. ¡SEN-SA-CI-O-NAL!
Realmente el desastre es cósmico, pero tengo una esperanza: que falle el cálculo de probabilidades. Y que falle del todo. Sí claro, si falla querrá decir que son dos errores puntuales que, por pura casualidad, me han ido a parar a mí y a mi entorno. Mire, cosas que pasan.
El problema, y grave, es si el cálculo no falla porque querrá decir que, de la misma manera que a mí me han llegado dos, hay un montón de gente que recibe notificaciones de multas que no son suyas y, por lo tanto, las suyas, las reciben otros. Vaya, que nadie recibe su multa y que por nuestras ciudades circulan centenares de multas sin propietario.
Y querrá decir, sobre todo y como consecuencia de todo ello, que estamos pagando recargos y quizás estamos perdiendo puntos del carné de unas multas de las cuales desconocemos su existencia y de las cuales no nos podemos defender. Y como en muchos casos las direcciones son inexistentes, los ciudadanos que las recibimos, no podemos notificar a los verdaderos multados que hemos recibido su sanción.
Un despropósito. Otro. El de los temas que realmente interesan a la gente y que no preocupan a nadie.