Me explicaba la propietaria de una pastelería que tiene medio obrador parado para ahorrar factura de luz, que los proveedores le suben los precios cada semana, que tiene problemas para servir el producto a los clientes porque el cartón venía de China y el transporte falla. Y, aparte, tiene la competencia de las grandes cadenas de tres brazos de gitano por cinco euros o cuando la calidad no importa y utilizar productos justitos de nivell hace que después aparezcan problemas de salud, alergias, intolerancias... ¿Qué hace, sube precios? ¿Reduce tamaños? La supervivencia es muy complicada.
La precarización como modelo económico amenaza con llevárselo todo por delante. Después de la globalización ha llegado la glovolización. Del globo a Glovo. A la primera, la que convirtió China en la fábrica mundial, se la puede cargar ahora la COVID, nacida precisamente en aquel país y esparcida por el mundo gracias a la misma globalización que ahora está colapsando el planeta por culpa la caída de la producción que nos está dejando sin suministros. ¡El círculo de irónica destrucción perfecto! Y la segunda podría ser la que se cargará el actual sistema. La autoexplotación ilimitada trabajando sin descanso para una plataforma comisionista sin cara, que se lleva tu margen y que lo único que hace es proporcionarte una herramienta técnica. Sin ningún otro valor añadido. Empresas sin patria que no fabrican, no construyen, no generan, sólo subcontratan pedidos y pagan impuestos vaya usted a saber donde. Compañías que se sientan a esperar como tú, pequeño esclavo, les proporcionas ganancias del 75% por cada servicio. El último ejemplo lo explica Israel Merino en El Español y afecta a la salud mental.
El negocio se llamó "La lloreria", un nombre que pretendía hacer gracia. Estuvo abierto dos días (DOS) en el barrio de Malasaña de Madrid. En teoría se trataba de ayudar a personas con angustia y depresión, el mal silente de nuestros días, con unos cuantos psicólogos que, gratuitamente, te escuchaban y te daban consejo. Realmente era una campaña de promoción de una aplicación que ofrece servicios de psicología y de la cual no diré el nombre, porque si quieren publicidad yo también tengo mis tarifas. Algunos trabajadores de la cosa le explican a Merino el funcionamiento. El profesional tiene que darse de alta de autónomos y pagar la cuota correspondiente, pero también la del Colegio de psicólogos y un seguro de responsabilidad civil. Cuando entras pagas una especie de fianza y tienes que conseguir que el cliente aguante al menos durante cuatro sesiones. Si no lo logras, pierdes el dinero. Si hace menos de seis meses que trabajas y has conseguido a seis pacientes o más y quieres irte tienes que pagar 500€ por cada uno de ellos. Por cada sesión cobras unos 10€ brutos y la empresa factura entre 34 y 44. Con 40 horas a la semana puedes sacar unos 950€ limpios al mes.
Empezamos con las cadenas de pan y pasteles a precios reventados con sueldos a la misma altura. Seguimos con el apasionante mundo de los "riders", donde lo mejor fue encontrarle este nombre que suena a moderno y estimulante. Bueno, y porque llamarles "explotados sin manías" queda demasiado largo. Es la sociedad precaria que mantiene o sube precios por los servicios y baja los sueldos. Ahora ya -también- en el mundo de la psicología. Pronto serán los abogados y después el resto. Y entonces ya viene la pregunta de siempre: ¿Con sueldos de 900€, quién puede pagar un alquiler -ya no digo una hipoteca- y, además, comer y vivir? Y la gran cuestión: En una sociedad donde una gran parte de la gente no gana ni mil euros en el mes trabajando en empresas que pagan cantidades ridículas en paraísos fiscales digitales, ¿quien cotizará para sostener el estado del bienestar? ¿De dónde saldrán las misas de las pensiones, la sanidad y la enseñanza, por citar sólo tres puntales?
Y cuando esta sociedad con cada vez más problemas de salud mental vaya toda ella al psicólogo puteado, resulta que estará ayudando a hinchar la burbuja precaria y si intenta superar la situación con dulces, se tendrá que comer un pastel de dos euros elaborado con vaya usted a saber qué porque no habrá quedado viva ni una pastelería. Y a encima este domingo Barça-Madrid y de los de ellos, no conozco a nadie. Y a la mitad de los nuestros, tampoco. Malos tiempos para la lírica y para todo el resto.