Las máquinas no se equivocan nunca, quien la pifia son los humanos que las hacen funcionar. Por lo tanto, ha sido un error humano (o no) y no un error informático lo que nos ha permitido conocer la parte confidencial de unos contratos que tendrían que haber sido transparentes y que han estado rodeados de secretismo. Como todo lo que hace una Unión Europea (UE) cada vez más burocrática, más alejada de la realidad y más en manos de estados menos dispuestos a ceder soberanía. ¿Qué ha sucedido esta vez? Pues que una mezcla de codicia, afán de poder y dinero, geopolítica, venganza por el Brexit y, sobre todo, nacionalismo vacunil ha hecho florecer la verdad. Intento resumirlo.
La farmacéutica AstraZeneca firmó con la UE un calendario y una cifra de vacunas contra la COVID que no ha cumplido. La UE se ha enfadado y ha hecho público un contrato que ni sabíamos que existía, pero tapándole los párrafos considerados "confidenciales". En la parte "abierta" leemos, por ejemplo, cosas como que la farmacéutica "estará obligada a esforzarse al máximo en buscar soluciones para hacer llegar el mayor número de dosis" a Europa. Realmente la frase es sensacional y una gran garantía de nada. Imaginemos que contratamos a un albañil para que nos levante una pared y redactamos un contrato donde pone que se esforzará al máximo en buscar soluciones para que el mayor trozo de pared quede recto. ¿Hombre (y mujer) pues se supone que sí, que estaría bien que lo intentara, ¿no? Pero en todo caso decir eso y no decir nada es lo mismo porque no lo compromete a nada. Se esforzará, pero no dice ni como, ni cuando, ni cuánto.
Y cuando AstraZeneca ha dicho que no podía suministrar a Europa las cantidades prometidas porque sus fábricas situadas en el continente han tenido problemas, sin decir cuáles, como que sólo "estará obligada a esforzarse al máximo al buscar... y bla, bla, bla", pues no se ha esforzado nada y no ha desviado a Europa parte de la fabricación de sus plantas en Gran Bretaña, que sí funcionan con normalidad. ¿Y porque no se ha esforzado? Pues que no sea porque firmaron con el gobierno de Boris Johnson un contrato dos meses antes que con la UE. Y en este contrato no tienen que tratar de esforzarse sino que están obligados a suministrarles las dosis primero a ellos. Pero vamos ahora al error humano (o no).
En el documento hecho público por la UE habían tapado los fragmentos donde se decía cuántas dosis se suministrarían y a qué precio. Pero mire por dónde el famoso "error informático" permitió durante un rato, el necesario para que un diario alemán se diera cuenta, acceder a la parte secreta y saber que se han firmado 300 millones de dosis por un importe de 870 millones de euros. Y como todos (y todas) ya nos afeitamos (o nos depilamos, o hacemos las dos cosas, o ninguna de las dos) no podemos evitar pensar que, fíjese a veces, como según qué errores pueden favorecer tanto a la parte que los comete. Y eso nos deja a la puerta de la madre de los huevos del conflicto. ¿Usted recuerda aquello de que el virus no entiende de fronteras?
Los políticos han visto que hacer de "bienvenido mister Marshall", pero en versión vacunas, es una herramienta de propaganda imbatible. "Soy el Mesías que les traeré el elixir de la vida en forma de vacuna", gritan por las plazas. Pagando usted y yo, claro. Y en Gran Bretaña pagan al señor John Smith, en Alemania la señora Emma Müller y en Francia la señora Nathalie Durand. El problema (grave) es que vacunar a todos los británicos, a todos los israelíes o al 70% de los españoles antes del verano sirve de muy poco si no vacunas a los holandeses, a los palestinos o a los portugueses. O a los marroquíes, que están a 14 kilómetros de Europa. O a los senegaleses, o a los birmanos. O, para resumir, a todo el planeta. Incluidos los inuits.
Esta carrera para robarle las vacunas al vecino está muy bien para recordarnos como funciona la miseria humana, pero es un egoísmo tan absurdo como inútil. La suerte que tienen es que el virus no sabe reír porque si no le oyerían descojonarse desde el mismo centro de Raticulín. Mientras los raticulianos hicieran cola para vacunarse.