Hay muchos tipos de pactos. A favor, en contra, de rechazo, de apoyo... El que nos ocupa va de unirse para decir que no recibirás el apoyo de otros, pero resulta que estos otros te pueden dar el apoyo sin dártelo. Y es que los partidos indepes que aspiran a tener representación en el Parlament en las elecciones del domingo han firmado un documento en que se comprometen a que "en ningún caso se pactará la formación de gobierno con el PSC". Lo que no dice el documento es que tú puedes formar un gobierno gracias a que el PSC se abstenga en el pleno de investidura. Por ejemplo. Y dejando fuera de este pacto alguno o algunos partidos indepes. Por ejemplo. Por lo tanto, es un documento sobre el cual podría llover. Y ya se sabe cómo queda el papel cuando le cae agua, ¿verdad? Efectivamente, mojado.
Creo que lo más interesante de todo esto del documento es el hecho de firmarlo. Hacerlo físicamente, quiero decir. Parece que si firmas una cosa, la cosa en cuestión tiene más credibilidad. Olvidando la cantidad de acuerdos pretendidamente indestructibles que se los ha llevado una soplido de hámster. En todo caso, tener que firmar un papel para una cosa como esta quiere decir que la palabra ya no tiene valor. Y menos en campaña. Hace días que todos los partidos indepes, sobre todo Esquerra -que es a quien todos miran fijámente en esta cuestión- dicen que nada de pactar gobierno con los socialistas. El problema es que ellos (y ellas) saben que sabemos que las promesas electorales y, en general, todo lo que dicen en campaña, incluido el programa, tiene la misma credibilidad que la forma física de Umtiti. Por lo tanto, para que nos lo creamos, lo tienen que firmar. Y ni así. Estamos demasiado escarmentados.
Porque la campaña lo acepta todo. Incluso esto de Pablo Casado y el 1-O. Lo dijo el martes en Can Basté (RAC1) y, una vez más, se ha producido el efecto lluvia pero al revés. De la misma manera que cuando llueve en Madrid al día siguiente llueve en BCN, cuando en BCN sucede alguna cosa que al Madrit (concepto) más hooligan puede servirles para seguir instalados en la Zona Nacional, la piula estalla a los dos días. Es el espacio de tiempo necesario para que atraviese los Monegros.
Estamos en campaña y Casado debe tener encuestas que le dicen que los votos de VOX ya los ha perdido para siempre. E inesperadamente ha aparecido disfrazado de Aznar de mediados de los años 90. Ya sabe, aquello de "hábleme en catalán que es una lengua muy bonita", invertiremos sin parar todo lo que no se ha invertido desde hace años y dijimos que invertiríamos porque toca y en esta ocasión, en vez de recitar a Gimferrer, con una revelación bomba: "El 1 de Octubre yo era portavoz del partido y no salí a hablar porque no estaba de acuerdo con cómo se había afrontado la situación ni con unas imágenes de cargas que se tenían que haber evitado".
Cuando lo oí me emocioné. Mucho. Me caían lágrimas como gambas de Palamós y de Vilanova. O como langostinos de La Ràpita. Lástima que fue, precisamente, el gobierno del PP, el gobierno del partido de Casado, quien optó para cargar con una violencia desproporcionada contra los indepes que querían votar para demostrarles quien mandaba, para escarmentarles y para enviarles el mensaje de que nunca se sentarían a negociar nada. Y lástima que fue Casado quien impuso la línea dura, maleducada y prepotente de Cayetana Álvarez de Toledo como candidata a las generales, despreciando una vez más a la gente del PP de Catalunya que hace años pica piedra. Y se me secaron las lágrimas.
Pero la campaña lo acepta todo. Desde un acuerdo para "no pactar la formación de un gobierno con el PSC" hasta presentarse como "Casado el Moderado". Y ellos saben que sabemos que nosotros hacemos ver que nos lo creemos y que el lunes será otro día.