Lo publicaron en Vanitatis. Y posteriormente otros medios. También el nuestro. Albert Rivera, líder de Ciudadanos, ha cambiado su piso en el centro de Madrid por una casa a Pozuelo, la ciudad con la renta per capita más elevada de España. O sea, la que está considerada como la más rica. De 70 metros cuadrados cerca de la catedral de la Almudena pasamos a dos plantas distribuidas en 150 metros cuadrados, con jardín anexo al comedor, varios lavabos, dos plazas de parking, seguridad privada y piscina comunitaria. ¿Precio? Superior al millón de euros.
La noticia, como para añadir más sala al guiso, incluye un subtítulo bien grande donde se dice que la casa "está en una exclusiva urbanización a pocos pasos de la cual se encuentran las casas de Cristiano Ronaldo y Borja Thyssen. Y tú entonces piensas: "caramba, da para mucho el sueldo de diputado, ¿verdad"?.
¿Problema? En el texto de la noticia leemos que "a pocos kilómetros de su nuevo hogar encontramos Somosaguas y La Finca, dos de las urbanizaciones más exclusivas del país, donde viven Cristiano Ronaldo y el matrimonio formado por Borja Thyssen y Blanca Cuesta". O sea que el "a pocos pasos" se convierte en un "a pocos kilómetros". Por el mismo sistema, un servidor vive "a pocos pasos" de Sant Adrià del Besós, lugar donde hoy Pablo Iglesias ha dicho que "el independentismo ha colaborado en el despertar el fascismo", adaptación en campaña del concepto "quieren votar y, claro, provocan tanto a la policía española y a la Guardia Civil, que tienen que acabar siendo apaleados". Muy bonito. Todo.
En un servidor, la vida privada del señor Rivera le importa la producción anual de rábanos de los Países Bajos. Y eso incluye su cambio de domicilio. Es un tema personal y punto y final. Mientras se lo pague de su bolsillo. O se lo pague el partido. Por un tema de seguridad o por lo que sea. Ahora bien, sí que me interesa, y mucho, la reacción de cierto medios de comunicación y de cierta opinión pública ante este cambio. O mejor dicho, la falta de reacción, comparada con la que habría habido si el cambio lo hubiera protagonizado otro político.
La frase estrella del cuñadismo de boina en cabeza de frente uniceja es "todos los políticos roban". Y este cuñadismo que se tira en plancha contra el patrimonio, más o menos importante, de los políticos para exclamar: "¡lo ves!", ahora ha callado. ¿Por qué? Porque este tipo de críticas sólo valen para según quien y dependiendo al partido al qual pertenece. En el caso que nos ocupa, el cuñadismo no sólo ha callado sino que ni siquiera se ha planteado abrir boca.
He intentado imaginar qué habría pasado si en vez de Rivera, quien hubiera ido a vivir en la ciudad más cara de España hubiera sido Pablo Iglesias, Gabriel Rufián, Carles Puigdemont... o, incluso, Pedro Sánchez. Me temo que habría sido el gran tema de debate a las plurales tertulias de esta España tan diversa donde se respeta tanto a quien piensa diferente. I, como puede imaginarse, la opinión no sólo habría sido absolutamente contraria sino que el protagonista habría acabado hecho unos zorros.
Y también he intentado imaginar qué habría dicho el propio Albert Rivera si en vez de él, el protagonista hubiera sido otro político. Y me temo que, como mínimo, habrían aparecido las palabras "corrupción" y "3%".
No hay nada mejor que no estar presente en ciertos imaginarios. Sobre todo para no tener que sufrir según qué ataques personales tan brutales como injustos y que cuando empiezan ya nunca más tienen marcha atrás.