Nos dijeron que el Caso Millet era el final de una manera de hacer las cosas. Que ahora la obra pública tenía unos controles que la blindaban ante cualquier posible tentación. Y, ¿qué tenemos? ¿Que, qué tenemos? Sólo en Barcelona, y a poca distancia el uno del otro, el caso Glories y el Caso AVE, que incluye también el caso Sagrera. Empezamos por estos últimos.
El Tribunal de Cuentas tiene un informe según el cual en el tramo catalán del AVE se han pagado indebidamente 133,8 millones de euros. ¿Cómo? Varias constructoras habrían hinchado los precios para encubrir pagos de obras no ejecutadas, adjudicaciones a dedo y obras realizadas sin ningún tipo de contrato y que supusieron un sobrecoste del 18%. ADIF, responsable de las obras, ya descubrió en una auditoría interna hecha hace 3 años un agujero de 84 millones de euros, que ahora se han convertido en estos cerca de 134. En el informe se habla de "graves incidencias" en las obras de la estación de la Sagrera. Tan graves que las obras están paradas, que el lunes Rajoy ni habló de ellas cuando hizo la lista de inversiones hasta del 2020 y que el caso está en la Fiscalía desde hace dos años.
Y ahora usted me preguntará: "Oiga, y que constructoras trabajan en estas obras"?. Bien, las adjudicaron en el 2010 a un grupo formado por ACS, Ferrovial, Fomento de Construcciones y Contratas y Acciona. O sea que una o varías de estas son las responsables de la cosa. ¿Cuál o cuales? Quizás algún día lo sabremos. Ah, y hablando de saber, gracias al Tribunal de Cuentas también sabemos que el AVE Madrid-BCN tuvo un sobrecoste de 2 mil millones de euros y que en algunos tramos catalanes el sobrecoste fue del 230%. Nada, la comidita para el gato...
Ahora bajamos un poquito y vamos a la famosa Plaza de les Glories. Allí hace años que mangonenan sin cesar, obras arriba y obras abajo. Y ahora mismo están haciendo un túnel que tendría que estar acabado justamente estos días, pero que sólo va con 19 meses de retraso, que sólo sufre un sobrecoste del 19,6% porque resulta que en las catas calcularon mal a la profundidad que había que agujerear y donde se ha puesto en riesgo la seguridad de los viajeros que circulaban por los túneles de tren y metro existentes en la zona. Pero no se vaya, que hay más: este túnel ha aparecido relacionado con el caso Millet. De momento son indicios, pero se está investigando. A ver si al final tendremos otro caso de financiación ilegal,,,
La sensación es de que en cualquier obra pública, donde por cierto siempre trabajan las mismas empresas, siempre acaba apareciendo alguna cosa extraña. Y no menor. Desviar 133 millones de euros, por mucho dinero que se mueva, son mucho dinero para despistar. Y lo más preocupante es que se despisten 133 millones de euros y nadie se dé cuenta de ello hasta mucho tiempo después. Pero, a ver, ¿qué controles de certificaciones se hacen? Pero, ¿qué descontrol hay que la gente de las constructoras cree que es posible desviar 133 millones y que nadie lo verá? Oiga, es que si 133 no se han notado hasta ahora, quiere decir que 1 millón de euros se despistan como quien va a comprar un kilo de mandarinas y se queda el cambio. Pero, ¿qué impunidad es esta?
Sí, ya sé que ahora quizás usted piensa: "bien, la suerte es que hay controles que detectan las irregularidades". Es un consuelo, sí, pero eso no nos tiene que evitar preguntarnos con qué tipo de gentuza nos estamos jugando los "cuartos". Es que si después del caso Millet siguen actuando así es porque piensan que nadie se dará cuenta de ello. Y si piensan que nadie se dará cuenta de ello es porque saben que los controles son superables. Si se ven con ánimos de robar 133 millones de euros es porque piensan que el sistema es lo bastante débil para que nadie se de cuenta de ello. Si no, no lo harían.
La realidad nos dice que con el caso Millet no se ha acabado ninguna época sino que la fiesta continúa. Y nos dice que viendo el panorama, lo más normal es sospechar de cualquier obra pública y pensar que las hacen, no precisamente para mejorarnos la vida a nosotros sino para mejorársela algunos en sí mismos. Sí, sabe mal pero es que la realidad repetida no nos deja ninguna otra alternativa.