Pasó en las elecciones de los EE.UU., votando a Trump. En las francesas votando a Le Pen. Y ahora los expertos han detectado que pasa lo mismo en las elecciones británicas. El fenómeno, así como para resumirlo, podría titularse: "Los obreros ahora votan las derechas" (y pido perdón a quien se pueda ofender porque he usado la palabra "obrero", que se utiliza tan poco que parece un insulto). Total, que en las zonas industriales de Gran Bretaña que sufren la crisis económica endémica ahora ya no se vota laborista.
Miles de obreros de todo el mundo que están en paro saben que el puesto de trabajo que ocupaban no lo recuperarán nunca más. O bien su trabajo ahora lo hace una máquina que trabaja perfecto las 24 horas del día de los 365 días el año, o bien su industria de toda la vida ahora está instalada en un país lejano donde pagan salarios de miseria para el nivel de vida de aquí, pero que allí son de lujo. Por lo tanto, hay miles de personas que saben que no tienen futuro.
Y resulta que estos millares de obreros que durante años han buscado respuestas y soluciones en "los suyos", los partidos y sindicatos de izquierdas, se han encontrado que "los suyos" bastante trabajo tenían en buscar soluciones para sí mismos, por su propia crisis de identidad, de modelo y de respuesta a una realidad que los superaba.
La clase obrera, minoritaria, había visto siempre los partidos de izquierdas como el sueño, la utopía que los sacaría de la miseria. Cuando las clases medias urbanas se apuntaron a la ilusión colectiva y las izquierdas consiguieron el poder, llegó la realidad. El sueño no era posible, tal y como había sido imaginado. La globalización y las burbujas especulativas taparon la crisis de modelo, pero cuando reventó todo, llegó una profunda crisis económica mezclada con otra realidad en forma de revolución digital todavía más bestia que la revolución industrial que cambió diligencias por trenes de vapor.
Y ahora resulta que quien ofrece un mundo ilusionante a los obreros desengañados por la realidad son los populismos de derechas. Y es así como en los barrios antiguamente comunistas de Francia ahora votan Frente Nacional, en las zonas deprimidas de los Estados Unidos más industriales votan Trump y en las zonas más antithatcheristas de Gran Bretaña ahora optan por la conservadora May.
Y en algunos casos con un añadido social todavía más inesperado: el componente racista de este voto. La izquierda, que ha intentado hacer políticas integradoras con la inmigración, se encuentra con que la antigua clase obrera está en contra y que eso todavía los motiva más a votar por la derecha xenófoba. Y eso lo tenemos también bien cerca de casa. Los barrios exsociatas y expsuqueros del Barcelonès Norte, por ejemplo, ahora votan a García Albiol que les dice que "limpiará Badalona".
O sea, a mediados del siglo XXI nos encontramos con unos obreros que nunca más lo serán porque no tienen ninguna posibilidad de encajar en el mundo laboral que los ha expulsado y que resulta que confían su futuro al populismo racista y xenófobo de derechas porque la izquierda no tiene ningún proyecto para ofrecerles.
Un mundo realmente complicado, ¿no cree?