Hacía días que este viernes tenía dibujados dos mapas, el de terribles nevadas y el de terribles atascos de tráfico. Y hacía días que veíamos venir que lo que acabaría sucediendo es el clásico de los clásicos: todos los medios de comunicación dedicando horas a informar de lo que no está pasando. O sea, un gran despliegue de conexiones con varios puntos donde ni nieva ni hay un triste coche y los intrépidos enviados especiales, muertos de asco y pensando que bien estarían en el sofá de su casa con la mantita, explicándonos que, efectivamente, allí hace sol y no pasa ni un triste patinete a toda hostia y en dirección contraria, que es como circulan los patinetes.
Este es el primer fin de semana en mucho tiempo -no recordamos cuánto hace porque ha habido tantas escaladas y desescaladas que ya nos hemos perdido- que podemos salir de nuestra comarca para ir donde queramos, pero exclusivamente con nuestra burbuja. Es aquello de que si nos paran los Mossos con gente en el coche, tenemos que demostrar que convivimos con ellos mostrándoles la escritura del piso (o el contrato de alquiler) compulsada por una rana verde que haya sido restregada una noche de luna llena con un diente de murciélago macerado en ratafía de 23 hierbas segadas mientras un grillo del Aconcagua tocaba "El Cóndor pasa" con una flauta de pan construida con cañas secadas mirando al Mercadona de Montcada i Reixac.
Y, claro, hace tanto de tiempo que estamos encerrados que se esperaba una huida de Egipto, versión desconfinamiento por la vía rápida. Y se ve que no. A ver, sí, dicen que han salido no-se-cuántos miles de coches, pero no se sabe desde donde ni para ir donde. Porque no habido los esperados atascos. Y ahora sospechamos que el caos será este sábado, cuando los intrépidos y abnegados enviados especiales sí que estarán en el sofá de su casa con la mantita.
En cambio, el despliegue informativo explicando que en carreteras y autopistas, por no pasar nada no pasaban ni coches, ha servido para comprobar como en las medianas y grandes ciudades sí que había atascos. Lógico, poco a poco va aumentando el tráfico y empieza a producirse el fenómeno que hace tiempo se ve venir y que denominaremos "Los carriles bici y bus mataron a la estrella de Amazon". Consiste en que las ciudades han aprovechado para construir carriles bici y carriles bus por encima de sus posibilidades. ¿Qué ha pasado? Ahora voy, pero antes le comento el no menos sensacional caso de los carriles menguantes. Como que todo no cabe, han estrechado los carriles -a veces poniéndo pilonas y utensilios extraños- y dos coches pasan justito, pero un bus, un camión o una furgoneta tiene que ocupar dos carriles si no quieren jugar a aquello de los autos de choque de las ferias. ¿Sabe que quiere decir eso? Exacto, atascos, aumentados por la aparición de decenas de semáforos que hasta que los entiendes te has dejado allí el 98% de las neuronas. Me ocupo ahora de la cosa Amazon.
El tráfico volverá. Del todo. Y cuando eso suceda se encontrará unas ciudades jibarizadas donde, además, ahora hay miles de furgonetas y camiones de reparto que hace un año no estaban y que, vaaaa, dígalo conmigo bien fuerte: "han venido paaaara quedarseeee". Y estas furgonetas y camiones de todas las medidas tienen que detenerse en algún lugar para dejar la mercancía. Y como que las esquinas están rellenas de trastos y las calles están llenas de carriles diversos, ¿donde se detienen? En medio de la calle. Una calle que, además, tiene carriles más estrechos. ME-MO-RA-BLE.
No falta mucho para que entrevisten a un señor de Masquefa que hace un mes salió del parking de su casa y a quien una cola de coches provocada por una doble filade 458 furgonetas en Puigcerdà, y que siguió por Ripoll y se juntó con los atascos de Llançà, Mataró, Granollers, Vilafranca, Tàrrega y Flix, lo ha dejado parado a las afueras de Alcanar, donde -por cierto- ha empezado una nueva vida. Y, pobre, está allí esperando que nieve y que le informen de la operación huida que al final no fue.