"No habrá rescate", "Los españoles no pagarán ni un euro", "Los españoles no pondremos ni un euro de nuestros impuestos". Lo oímos de boca de la exministra de Fomento Ana Pastor (PP) el año 2013. Hablaba de las famosas nueve autopistas en quiebra y que el Estado rescató. Pues bien, de momento el coste que no nos tenía que costar nada ya ha sido de mil millones de euros. Y este año pagaremos 600 más. La previsión es que la cifra final sea de entre 3.300 y 4.500 millones de euros.
Es un dinero que, tal como nos temíamos, acabaremos pagando usted y yo y que cobrará los fondos de inversión que le compraron a bancos y cajas (a un precio de "en li-qui-da-si-ó") la deuda correspondiente a los créditos pedidos para financiar las obras y que las constructoras de aquellas infraestructuras no pudieron afrontar porque resulta que nadie pasaba por unas autopistas de peaje que estaban vacías ya que justo al lado tenían una alternativa gratuita. ¿Qué cosas verdad? ¿Quién podía imaginarlo? De la misma manera que, ¿quién podía imaginar que fueran deficitarios todos aquellos AVE que unían la nada y el vacío, verdad? ¿Pero usted y yo y Bárcenas sabemos por qué las constructoras hicieron tanta obra pública, verdad?
El negocio de aquellas autopistas lo hicieron constructoras y concesionarios que financiaron la obra a cambio de la promesa de largas concesiones de explotación de los peajes. Y si la cosa no funcionaba, el Estado se comprometía a pagarles la inversión fallida. En inglés le llaman un win-win y en castellano un Curro Jiménez. Y en eso estamos, oiga, pagando la broma esta. Pero, ¿y qué sucedió con las cajas, la mayoría con gestión pública? Pues que se fueron al carajo. Y las tuvimos que rescatar con la bonita cifra de 64 mil millones de euros. ¡Pero no sufriéramos, eh! "La reestructuración bancaria se hace con un objetivo básico y fundamental: que no cueste un euro al contribuyente". Lo dijo Soraya Sáenz de Santamaría el 31 de agosto del 2012 en la sala de prensa del Palacio de la Moncloa.
Nueve años y medio después, justamente ayer martes, el Consejo de Ministros aprobó un Real Decreto por el cual el Estado pasa a controlar a la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (SAREB), también conocida como el "banco malo" y que fue el lugar donde las entidades rescatadas depositaron sus "activos tóxicos". Vaya, una manera fina y elegante de llamarle a inmensas mierdas como suelo comprado a precio de oro y sin ningún valor, edificios a medio construir en medio de la nada, créditos imposibles de cobrar o viviendas con una probabilidad de ser vendidos mucho menor a la de colocar Umtití. La idea era que esa entidad diera valor a esta morralla para poder venderla y recuperar el dinero. Era la idea, sí.
Y, ¿qué implica la maniobra esta de ayer? Pues que nos comemos 35 mil millones de euros de deuda del banco malo, que se añaden a los 55 mil del rescate que el Banco de España da por perdidos. Servidor es de letras, pero creo saber sumar y me sale una cifra final de 90 mil millones de euros (de momento). ¡BINGO! ¡Han cantado bingo! ¿Algún bingo más? ¡Siiiiiiiiiiiiiiiií!
El Estado pedirá una ampliación de crédito de 638 millones de euros para poder pagar a los bancos los 1.351 millones más intereses con que estos financiaron el famoso proyecto Castor y que el Tribunal Supremo dijo en una sentencia que les tenemos que devolver, pobrecitos. ¿Conclusión? Aquí todo el mundo "invierte". Si les sale bien, cobran ellos. Y si les sale mal, pagamos nosotros. Eso sí, que quede claro que nada nos costará un euro y que solo las autopistas, el banco malo y el Castor serán unos 96 mil millones de euros (NOVENTA Y SEIS MIL MILLONES DE EUROS).