Una de las grandes aportaciones de Josep Lluís Núñez al lenguaje moderno se produjo durante el acto de presentación de la colección de arte que impulsó cuando era presidente del Barça. Para destacar el valor de las obras dijo: "Nuestro club tendrá a partir de ahora una gran meroteca de pintura".
Unos cuantos años después de aquello asistimos a la edad de oro de la "meroteca". En este caso, pero, no dedicada a la pintura sino al acuerdo entre los que ahora se citan entre ellos con un amoroso Pedro y Pablo, mientras hace cuatro días (literalmente) eran "el señor Sánchez" y el "señor Iglesias".
Seguramente hacemos mucha cara de imbéciles y estos dos se han pensado que lo somos mucho más de lo que parece. Esta podría ser la causa que explicaría la desvergüenza, no ya de decir una cosa un viernes y la contraria un lunes, sino de insultarse y despreciarse hasta pocas horas antes de pactar entre sonrisas de felicidad y besos con lengua.
Instantes después del extraño abrazo para sellar un acuerdo pactado más rápido que Tsunami Democràtic construyendo una ciudad en medio de una autopista, ha empezado un concurso entre radios, televisiones y cuentas de Twitter a ver quién recupera más declaraciones descalificantes dedicadas mutuamente. El premio se lo lleva la frase que perseguirá a Pedro Sánchez el resto de sus días: "Si el Ministerio de Hacienda, las pensiones de este país o el Ministerio de Política Energética estuvieran en manos de personas que no tienen experiencia política ni experiencia de gestión pública (...), no sólo yo sino el 95% de los ciudadanos, incluidos los votantes de Unidas Podemos, no dormirían tranquilos".
En la lista de éxitos de Pedro, muy cerca de esta, va esta otra:
Y en el número 1 de los 40 Principales de Pablo tenemos: "Una negociación de gobierno no se puede hacer en horas. Yo no volveré a aceptar que negociemos en cinco horas o en 12 horas. Una negociación de gobierno tiene que durar, al menos, algunas semanas".
Claro, la primera pregunta que te viene en la cabeza cuando oyes todas estas barbaridades y después ves aquellos besos con lengua es: ¿hacía falta? ¿Era necesario llamarse de todo sabiendo que probablemente acabarían teniendo que pactar? ¿Hacía falta decirse de todo para después tenérselo que comer como si no hubiera sucedido nada? ¿Era necesario llegar a este grado de descalificación? ¿Había que humillar a sus votantes, que les dieron su confianza porque se los creyeron, y a quienes han traicionado en menos de 48 horas? ¿Esta actitud que no ayuda a crear una sociedad menos crispada, no merece una rectificación pública? ¿No estaría bien empezar a hacer las cosas de una manera diferente? ¿El nivel de cinismo es infinito?
Pero no suframos, pronto olvidaremos la "meroteca de pintura" y del espectáculo de la pista 1 pasaremos al show de las otras pistas. Y en las próximas elecciones todo volverá a ser igual. Porque, señoras y señores, ¡el espectáculo nunca se detiene! Y de hecho, si lo permitimos, ¿por qué tendría que detenerse, verdad?