La cuarta edición de la Operación Diálogo llega con novedades. Sí, esta vez viene llena de propaganda como las anteriores, pero ahora con doble efecto suavizante. La de Aznar fue la del "hablo catalán en la intimidad" y el "y ni tan sólo del cignyes vivim, al so dels cingnyes, no a la vida des mot sino a la pel del so, l'antallameng des mong, a lobaiges des mots". La de ZP del "apoyaré". La de Soraya la "en li-qui-da-si-ó". Y ahora Sánchez estrena en el Liceo "La Traviata de la Societat Civil", con el famoso brindis de los indultos donde el coro canta aquello de "Ah! Libiam, amor fra' calicí più caldi baci avrà, que en la versión actual es "Bebamos, el amor entre los indultos tendrá besos llenos de perdón".
(Por cierto, inciso. Al final ZP ha sido el más sincero de todos. Estoy convencido de que él creyó que era posible una España federal. No contó, sin embargo, que el Estado, hasta entonces silente, lo vería como una terrible amanaza y empezaría la "Operación Catalunya, el Imperio Contraataca". Aquello de todos los otros no era amor sino sexo puercote en los lavabos de la estación de ferrocarril de un pueblo donde hace años que no llega ningún tren, pero creoi que él hizo una apuesta franca y honesta).
Por algún motivo que desconocemos, desde el socialismo de los barones dandy hasta el señor empresarios, pasando por IBEX diversos, media España se ha lanzado en plancha a abrazar los indultos. Algunos con tanta fuerza que, pobres, no pueden ni respirar. Los indultos. Y el lunes, como si fuera la convención anual de una empresa de alarmas, Pedro Sánchez ha convocado un inmenso "tapperware" en el Gran Teatro del Liceo. Por el mismo precio podrían haberlo hecho en el Palau de la Música, aquel centro de la catalanidad milletiana donde Aznar entró con la cartera llena gritando: "¿Y esto cuánto vale?". Y Millet le respondió: "No sufra que yo me cuido".
La cuestión es que cuando el Presidente hace de vendedor de oportunidades de la planta cuarta de El Corte Inglés de Palencia, ejecuta un método Stanislavski inverso y se le nota demasiado que actúa. No sabría decirle si es el movimiento aquel de la bajada de la cabeza como si hiciera ver que no está leyendo palabra por palabra todo el que dice y nos hace creer que busca una nota donde ha apuntado un concepto. O quizás es el tono excesivamente motivado. No lo sé, al principio de la pandemia, cuándo salía cada sábado a la hora de comida a hacer paolocohelismo constitucional, ya le pillamos el número. Y no, nunca saca un sombrero del conejo. Porque nunca hay sombrero. Ni conejo.
Y ahora usted me dirá: "No le gusta nada. Eso tampoco. ¿Está en contra de que el Presidente vaya a BCN a presentar su operación diálogo? Pero si eso es muy bueno para empezar la desescalada". No, no, servidor no está en contra de nada, pero ya puestos a hacer propaganda y vendernos lo más moderno en alarmas, ¿qué tal no ir a donde roban, que ya no hacen falta? Y, naturalmente, estoy haciendo una metáfora. Dicho de otra manera, ¿y si eso de los indultos va y lo explica en Madrid (ciudad) y en Madrit (concepto)? Coge, convoca a la sociedad civil madrileña en el Teatro Real y les explica la cosa. Para que la conozcan de primera mano. Y no leyendo lo que publican los medios donde escriben señores muy de derechas con muchos intereses personales y familiares a defender y que redactan poniéndose unos calzoncillos cinco tallas pequeños y con ortigas dentro. Que les venda la alarma allí, que aquí, gracias al Tribunal de las Cuentas de Curro Jiménez, ya no queda nada para llevarse.