Hoy se ha convertido en el President de la Generalitat más joven. No está muy claro si de la era moderna o en general. En todo caso, la parte de la ciudadanía que este lunes de mayo todavía se creía una especie de post-adolescente porque tenía 39 años ha comprobado que en su país manda alguien que tiene 38. Y eso quiere que son más viejos que él. ¿Qué, jode eh? ¡Pues, amigos y amigas míos y mías, eso es sólo el inicio! (Inciso: por cierto, sobre la hora del acto. ¿Hacía falta que fuera a las ocho y cuarto? ¿No habíamos dicho aquello de la conciliación de la vida familiar y profesional? ¿No nos hemos pasado la pandemia diciendo que a ver si cenamos a las ocho? Pues mire, no entiendo nada).
La cuestión, pero, es el motivo por el cual Pere Aragonès ha acabado siendo presidente a una edad que todavía hoy se considera como "joven". Y no es otra que en cinco años nos hemos y nos han petado dos generaciones de políticos. Enteritas. Y cuando escribo "nos hemos" es porque una parte ha sido cosa nuestra. Sobre el "nos han" no hace falta que le explique nada que usted no sepa. Y ahora me preguntará: "¿Eso es bueno o malo?". Pues mire, es. Esta es la realidad y no la cambiaremos. Los más jóvenes han tenido que ponerse en primera línea porque delante suyo no quedaba nadie. Un gestor público no se crea en dos días. Y un líder tampoco. E ir gastándolos como si fueran vídeos del tiktok complica una realidad ya bastante complicada con un país trinchado por la pandemia y por el Estado.
Por lo tanto, entra una nueva generación. Y uno de sus trabajos será hacer funcionar un país parado, pero también trabajar sin la tutela de los predecesores, sí, y a la vez encajar a estas personas en la nueva situación. Porque quizás este verano los presos y los presos políticos podrán salir de la chirona (ojo, que no será ningún gran gesto del Gobierno, eh, pero quizás salen). Si acabara sucediendo, será el momento de poder volver a la vida y aquí todo el mundo tendrá que ser muy generoso. Y aquí habrá que buscar como aprovechar la experiencia de gente que todavía es joven pero que ya están una pantalla más allá.
Pero que en dos meses los presos y los presos políticos puedan moverse libremente por el mundo, si es que eso acaba sucediendo, provocará escenas como una de hoy consistente en que Oriol Junqueras y Miquel Iceta se han encontrado cara a cara... ¡y en el PALAU DE LA GENERALITAT! ¿Qué pasará el día que se vean Junqueras o Jordi Sánchez con Pedro Sánchez? ¿O Dolors Bassa, Jordi Cuixart, Carme Forcadell, Quim Forn, Raül Romeva, Josep Rull o Jordi Turull con Pablo Casado? ¿O con Inés Arrimadas? ¿O con Soraya Saénz de Santamaria? ¿O con Jorge Fernández Díaz? ¿O con Tácito, Pérez de los Cobos, Llarena, Lamela, la famosa secretaria judicial y el resto de la tropa? ¿Les aguantarán la mirada? ¿Les darán golpecitos en la espalda como si no hubiera sucedido nada? Veremos en directo hasta donde puede llegar el cinismo o aquello que decía un muy famoso político retirado prematuramente y que los mismos que invirtieron muchos millones de euros en él, ahora querrían recuperarlo: "no es nada personal".
¿Y el día que los presos y las presas se puedan reencontrar con Carles Puigdemont, Toni Comín, Lluís Puig, Marta Rovira y Clara Ponsatí? (que, por cierto, sus causas también tendrá que resolverlas alguien de alguna manera). ¿Aprovecharemos para recoser internamente el país? Ya que las generaciones jóvenes toman el relevo, porque no les queda otra y no precisamente porque no estén preparados sino por ley de vida judicial, quizás que los sénior se integren en la piña y hagan lo que hacen los castellers veteranos, pecho y aguantar fuerte sin moverse. Por si el tronco cae, atenuar el golpe y animar a volver hasta descargar la construcción.