Han coincidido una cosa y otra. Es aquello que sucede a veces. Casualidades de la vida. Hoy Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Toni Comín han intentado entrar en el Parlamento Europeo y ocupar su escaño, tal como más de dos millones de personas querrían que hicieran, básicamente porque los votaron precisamente por este motivo. Y también hoy, vaya por donde, el Tribunal Constitucional ha avalado la aplicación del 155 en Catalunya el 27 de octubre del 2017. O sea, hace un año y 8 meses.
Hombre (y mujer), hubiera tenido gracia que hoy el TC hubiera dicho que no, que no era constitucional aplicar el famoso artículo. ¿Se lo imagina? Prácticamente dos años después hubiéramos recibido un golpecito en la espalda y, en voz baja, nos habrían dicho: "oigan, que aquello fue inconstitucional. Ahora ya pueden volver a sus casas que aquí ya no hay nada que ver".
Y hubiera tenido gracia porque todo lo que sucedió a continuación hubiera sucedido igual, por supuesto, pero sería un Matrix virtual de la cosa de "El sexto sentido" y aquel mítico "a veces veo muertos". O sea, para empezar no serían constitucionales ni las elecciones convocadas en virtud de la aplicación inconstitucional de un artículo de la Constitución. Así como de entrada. Realmente bonito. Y simpático.
Y este es el problema que tenemos los ignorantes que no entendemos del tema. Nos sorprende mucho ver como dos años después de un hecho, alguien decide si el mecanismo legal que desencadenó el hecho se aplicó correctamente. Y todo el mundo lo encuentra normal. Y todo el mundo critica o alaba (a conveniencia) el contenido de la decisión sobre el mecanismo legal, pero nadie se plantea que la decisión se tome cuando los efectos de aquello que pasó ya son irreversibles. Porque los hechos ya han pasado y es imposible volver atrás, pero sobre todo porque pasaron hace tanto de tiempo que el mal de una posible decisión errónea se multiplica exponencialmente. Y no he podido evitar recordar nuevamente los casos Sandro Rosell, Tamara Carrasco y Ahmed Tommouhi.
Pero lo que más me ha sorprendido es que hoy nos han dicho que han decidido que aquello fue constitucional y, a continuación, nos han dicho que "los argumentos del tribunal para avalar el 155 no se harán públicos hasta dentro de unos días". Yo, qué quiere que le diga, no le encuentro el sentido. ¿Por qué no me dice hoy los argumentos? ¿O, por qué dentro de unos días, cuando tenga los argumentos, me lo presenta todo?
Me ha sonado un poquito a como si en el mes de febrero te prometen un arroz de ceps, alcachofas y calamar, tú te sientas en la mesa salivando y entonces te sacan unos altramuces mientras te dicen: "no mire, mientras vaya picando y el arroz ya se lo traeremos en diciembre".
¿Oiga, pero, por qué no lo juntamos todo un poquito? Qué sentido tiene hacerme venir en febrero para acabar comiéndome el plato principal diez meses después. Mire, cuando tenga el arroz hecho, me llama y ya vendré entonces. Y sobre todo porque entretenerme con altramuces me suena a aquello del "¿Dónde está la bolita? La mano es más rápida que la vista".