Recojo algunos de los argumentos que se publicaron en varios diarios de Madrit (en este caso más concepto que nunca) cuando empezó la Vuelta a España de la familia a quien le preguntan si conocen al Emérito I y su respuesta es: "Disculpen, pero no sabemos de quién nos hablan":
- "Compensar el tiempo de ausencia en la escena pública de los Reyes, obligados por el confinamiento".
- "Enviar un mensaje de confianza a la ciudadanía española para que haga turismo interno durante este verano".
- "Ofrecer una imagen de seguridad en el exterior que invite a volver los turistas extranjeros".
- En resumen "la gira de los Reyes por territorio español es un servicio más que la institución de la Corona presta a los habitantes de todo el país, una tarea que forma parte del ADN de la monarquía española". Ah, por cierto, este último párrafo está copiado literalmente de un artículo de opinión publicado en OKDiario, el medio digital que cada día saca la filtración coleccionable de las cloacas del Estado y de Corinna Larsen, la Victoria Álvarez de La Zarzuela.
Por lo tanto, hoy el hijo del Emérito I y su mujer han venido a Poblet, un recinto propiedad del Estado (o sea propiedad suya. Suya de ellos, no suya de usted), con el propósito de estimular los efectos que le acabo de detallar. ¿Cómo? Pues dedicando una hora y veinte minutos de su vida a no saludar a ningún otro humano que no fuera un monje; visitar una exposición de Guinovart, el claustro, las cocinas, el refectorio y la Sala Capitular; y reunirse en privado con 18 de los 25 monjes de la comunidad benedictina (los otros seis no habían sido convocados. Se desconoce si por lesión, sanción o decisión técnica). Una vez hecho todo esto, sus majestades han subido al coche, han saludado a 15 ciudadanos convocados por VOX que estaban en la puerta provistos de unas cuantas banderas españolas y han retornado al aeropuerto de Reus sin interaccionar con ningún otro ser vivo. En total, pues, y contando el viaje en avión, han salido de casa poco más o menos a las diez y media y a las tres ya estaban en su humilde domicilio comiendo unos macarrones ya preparados que sus hijas han ido a comprar al mercado y un trocito de merluza a la plancha. Y de postres, un plátano. Cada uno (y cada una). Agotador.
Una visita breve pero intensa que ya ha tenido los efectos pretendidos. Y con creces. Efectivamente, la estancia de los Reyes de España en Poblet ha provocado en los catalanes un balsámico efecto de compensación nunca visto hasta la fecha de hoy. Sí, durante el primer confinamiento de la primera parte del primer brote de la pandemia estuvimos muy solos, pero hoy hemos estado tan acompañados que el agradecimiento nos brota de forma natural por todas las partes blandas de nuestro organismo. La calidez y proximidad de la institución que todos nos dimos (y que Franco nos dio todavía un poquito más) ha compensado la soledad. Y más. Si se tratase de una misión militar gritaríamos a los cuatro vientos: "Misión cumplida".
Pero es que esta visita donde el contacto con el pueblo ha sido tan próximo, tan piel a piel y tan intenso ha hecho que servidor de usted ya esté en la salida de mi pueblo a punto de huir a hacer turismo sin descanso. Y a mi lado están el resto de ciudadanos de mi pueblo, tanto o más nerviosos que un servidor, dispuestos a ir a Poblet sin descanso. Y después de allí, seguir visitando lugares hasta reventar.
Y con respecto al turismo internacional, ahora mismo el colapso en los aeropuertos de todo el mundo es histórico. Todas las compañías se han quedado sin aviones disponibles y han tenido que fletar a toda prisa miles de naves espaciales provenientes de Ganímides y de Raticulín para afrontar la demanda de viajes a España. Una pasada.
Por lo tanto, un gran éxito que afianza el compromiso de la monarquía española con todos los catalanes y confirma los estrechos vínculos entre nuestra sociedad y nuestra monarquía. O más.