La metáfora está muy vista, sí, pero encaja como un guante. Esto de hoy entre el president Quim Torra y el presidente Pedro Sánchez ha sido la primera cita entre dos personas que vienen del final de unas respectivas relaciones que acabaron como el rosario de la aurora.
Eso de hoy ha sido el primer café con una persona que te hace una cierta gracia y con quien de momento no tienes intención de ir más allá y que quedas después de lanzarte por la cabeza la vajilla, los electrodomésticos y los muebles con el ex.
Esto de hoy ha sido una charla de dos que han quedado en un bar y que saben que su futuro no sólo no es el matrimonio por la iglesia sino que quizás acaban la relación sin ni darse un beso. ¿Resultados? Hemos charlado. ¿Consecuencias? No hemos acabado en comisaría. ¿Efectos? Hacía tiempo que ninguno de los dos no tomábamos un café con calma.
Porque, oiga, qué gran diferencia entre tomarte un café con alguien y pasarte todo el rato en una situación A consistente en: que si el café está demasiado caliente (o demasiado frío), que si el café es demasiado largo (o demasiado corto), que si la taza no me gusta, que si el azúcar es de sobre y a mí me gusta más a granel, que si a la mesa le baila una pata, que si en el bar hay demasiado ruido y que si el camarero nos ha mirado mal. O bien estar en una situación B consistente en: ¿el café está demasiado caliente? pues esperaremos a que se enfríe; ¿el café es demasiado corto? pues me pido otro y los junto; ¿la taza es horrorosa? pues no me la miro y te miro a ti a los ojos; ¿el azúcar no es a granel pero ¿es azúcar. verdad?; ¿a la mesa le baila una pata? ¿pues la estabilizamos con un papelito; ¿en el bar hay demasiado ruido? pues así nadie podrá oír nuestra conversación, y ¿el camarero nos ha mirado mal?, pues quizás es miope y por eso nos mira así...
Y, claro, puestos a escoger entre una situación y otra, mucho mejor la segunda, ¿no? No porque implique la solución al problema, pero mire, al menos tomamos el café con calma y los clientes del bar no se piden palomitas para mirarse la segura pelea.
Hemos pasado del despropósito y la insensatez permanente y sin tregua a una situación que ha sido bautizada con el bonito eufemismo llamado "desescalar". Y esta es la gran prueba por la cual deberá pasar los próximos meses el movimiento indepe. Las decisiones del PP y su entorno han sido hasta ahora la gran máquina de crear indepes. Pero eso allí no les importaba, al contrario. Les servía para 1/ tapar la corrupción, 2/ obtener votos en la España del trigo y, sobre todo, 3/ les permitía realizar un relato que dejaba sin espacio político al PSOE.
Habrá que ver qué pasa ahora con los que fueron a la estación del catalanismo postconvergente (y ya nos entendemos y como para situarnos) y compraron el billete para viajar al independentismo. ¿Era sólo de ida o de ida y vuelta? Dicho de otra manera, ¿un poquito de mano tendida, buenas maneras, la enésima promesa de inversiones, una tregua lingüística y buenas palabras hará desaparecer este 25% de indepes (punto arriba, punto abajo) que es hijo de las provocaciones y el despropósito pepero postestatutario?
¿El zetaperismo 2.0 será capaz de hacer volver al autonomismo al català emprenyat de tortellet, misa de once y "niño no te metas en problemas" que fue empujado a hacerse indepe?
Y, la gran pregunta, ¿el independentismo partidista y partidario del realismo mágico será capaz de mantener de su lado este postcatalanismo indepe sin necesidad de seguir prometiendo paraísos irreales donde se llega en unicornio?